Los Zetas: De escoltas de Osiel Cárdenas al cártel más sanguinario de México

En 1997 un grupo de 30 exmilitares de élite desertaron y se unieron a las filas del narco, dando origen al cártel más sanguinario en la historia de México

Miguel Angel Trevino Morales

Miguel Angel Trevino Morales, alias "Z 40", fue uno de los líderes de Los Zetas. Crédito: Christian Palma | AP

Osiel Cárdenas Guillén fue liberado de una prisión en EE.UU. luego de cumplir su condena por narcotráfico y otros delitos, si bien para la justicia su deuda está saldada, para muchas personas en México su huella no se borrará nunca, pues además de haber sido el líder del Cártel del Golfo, fue el fundador de uno de los grupos criminales más sanguinarios de la historia de aquel país: Los Zetas.

Cuando Cárdenas Guillén tomó el control del Cártel de Golfo decidió hacer un grupo de escoltas especializado, por lo que se contactó con un exmiembro del Ejército mexicano, quien se encargó de reclutar a otros desertores de las fuerzas del orden y comenzaron una campaña de reclutamiento, logrando hacer que otros militares dejaran las filas de las corporaciones dedicadas a proteger a la ciudadanía y se unieran a las de ellos que hacían todo lo contrario.

Eran escoltas premium, tenían entrenamiento militar y una sed de escalar y ganar dinero que sorprendió a propios y extraños, las pintas en las calles anunciándose no se hicieron esperar, tampoco los crímenes que cometieron y la sangre que derramaron. Era 1997 y la deserción de 30 miembros del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFE) coincidió con el aumento de la violencia en Tamaulipas, confirmando que ahora eran parte del crimen organizado.

De acuerdo con el diario Milenio, el brazo armado encabezado por Arturo Guzmán Decena, alias el “Z-1”, no solo estaba encargado de proteger a Osiel Cárdenas, también tuvo como tarea el apoderarse de plazas y territorios clave que les facilitaran el envío y tránsito de drogas, de modo que su imperio comenzó a expandirse fuera de Tamaulipas.

La independencia de Los Zetas

Al estar al servicio del Cártel del Golfo aprendieron muchas cosas relacionadas con el mundo del narcotráfico, lo que sumando a su entrenamiento militar les dio un gran poder, además Los Zetas también se dedicaban a la extorsión y el secuestro, lo que les había dado un nombre reconocido dentro del crimen organizado y la posibilidad de saber cómo podían generar ingresos propios.

Toda la operación de Los Zetas cambió las reglas del crimen organizado en México, desatando un salvajismo nunca antes visto, incluso causó que la Agencia Antidrogas Estadounidense (DEA) los volteara a ver y los calificara como “el grupo paramilitar más tecnológicamente avanzado, sofisticado y violento”, según un artículo de InSight Crime.

Para el año 2010, en plena guerra contra el narco, aquel grupo que comenzó con militares desertores se independizó del Cártel del Golfo y comenzó su propia historia, una escrita con sangre, pues “emplearon un nuevo modelo de crimen organizado basado en tomar y mantener el territorio violentamente y en utilizar el miedo —en lugar de la corrupción—como su recurso principal”, según informa el medio antes citado.

La violencia era su sello distintivo, avanzaron con rapidez y su poderío era comparable con el del Cártel de Sinaloa. Por su parte, el cártel que los vio nacer y los empoderó se convirtió en su rival y las disputas entre ellos fueron causa del crecimiento de la violencia en Tamaulipas y el Noreste de México, zona que fue testigo de hechos terribles.

Algo de lo que los catapultó al poder fue la sofisticación logística del grupo, se hicieron conocidos por usar armas y equipos de comunicación de última tecnología, y por emplear la disciplina militar para la planificación de sus operaciones y la recopilación de inteligencia.

La violencia de Los Zetas

Terror es una de las palabras que caracterizó el periodo de tiempo en el que Los Zetas tuvieron una fuerte presencia en México, usaban el miedo como arma para doblegar enemigos y conquistar territorios. Masacres, torturas, cuerpos colgados, fue algo de lo que aquel cártel dejaba a su paso, escribiendo una cruenta historia, que tuvo algunos capítulos más oscuros que otros.

Uno de ellos ocurrió en San Fernando, Tamaulipas, en agosto de 2010, cuando 72 inmigrantes fueron asesinados y enterrados en una fosa. Aquellos que buscaban llegar a Estados Unidos para tener una vida mejor, encontraron la muerte a manos del sanguinario grupo criminal, que ya se había expandido a Guatemala y logrado alianzas con el hampa de Venezuela, Europa, Estados Unidos y África Occidental.

Para entonces su poder se extendía incluso a las prisiones del norte de México, habían comprado a gran parte de las policías municipales y tenían su respaldo y ayuda.

Así, con un poder que parecía ilimitado y recursos a manos llenas, la organización criminal operaba impunemente, para ese momento muchos de sus fundadores habían sido abatidos y detenidos, en las filas de Los Zetas ya no había solo militares. Al poder llegaron dos hermanos brutales, Miguel Ángel Treviño Morales, alias “Z 40”, y Omar Treviño Morales, conocido como “Z 42”, quienes añadieron aún más violencia y sangre.

Bajo el mando de los hermanos Treviño Morales ocurrió una matanza en Allende, Coahuila, que marcó un momento que fue plasmado en artículos periodísticos y la serie de Netflix “Somos”, pero que en su país pasó desapercibido por años.

Por una filtración de la DEA, las corruptas autoridades mexicanas pusieron sobre aviso a los hermanos Treviño Morales, quienes arremetieron contra uno de sus colaboradores, su familia y todos los que les pasaban por el camino.

Balaceras, desapariciones, asesinatos y otros horrores invadieron aquel pueblo en 2011. Chicos y grandes murieron o desaparecieron, no hay cifras reales sobre el número de víctimas, pues mientras las autoridades hablan de 40, los habitantes que sobrevivieron dicen que fueron alrededor de 300 muertos y desaparecidos.

Para el 2012 Los Zetas comenzaron a fraccionarse, el debilitamiento extinguió al cartel más temido de México, pero la organización de tráfico de drogas con un vasto alcance transnacional siguió causando daños durante su agonía. Hoy, las heridas que dejó no se olvidan, e incluso para muchos siguen abiertas.

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