Aguas El Chavo, un negocio familiar con mucho sabor poblano
Wendy Guidiño trabaja desde los 16 años ayudando a sus padres vendiendo fruta y aguas frescas
De viernes a lunes Wendy Guidiño espera a los clientes bajo la sombra de su carpa lista para servirles aguas frescas y fruta picada en la esquina de las calles Broadway y Bishop, en la ciudad de Santa Ana, en el condado de Orange.
La joven de 20 años prepara los cocteles de fruta tan rápido que si los clientes parpadean, ni cuenta se dan de su preparación.
“Empecé a trabajar sola cuando tenía 16 años de edad, aunque me daba un poco de miedo”, explica la vendedora ambulante, quien ya tiene su certificado de la preparatoria.
“Algunos clientes son groseros, otros dan miedo”, explica. “Muchas personas también son raras, especialmente con uno siendo una mujer”.
Guidiño subraya que sus días de trabajo empiezan desde las 7 de la mañana para preparar la fruta, las aguas y asegurarse que todo esté listo a las 11 de la mañana, hora en que empieza a vender y hasta las 6:30 de la tarde.
El puesto que Guidiño es uno de los tres puestos que sus padres, originarios de Puebla, abrieron en el condado de Orange.
De acuerdo con la joven, el negocio, llamado Aguas El Chavo, inició hace 8 años y así es como la familia se ha ido ganando la vida.
Mientras Guidiño se encarga de su puesto, su hermana se encarga de otro y otra familia se encarga de un tercero.
La vendedora ambulante subraya que su trabajo no es visto como un verdadero empleo, aunque afortunadamente le ha permitido salir adelante a su familia.
Durante los días más ocupados en el verano atiende a más de 100 clientes, mientras que en el invierno hay días en que atiende a solo 15.
“El verano no se trata de vacaciones o gastar dinero para la familia. Nosotros tratamos de guardar lo más que podemos para poder descansar uno o dos meses en el invierno”, explicó Guidiño.
“En cuanto el clima empieza a mejorar salimos a vender de nuevo, pero normalmente tenemos por lo menos uno o dos puestos abiertos durante todo el año”.
No obstante le gusta mucho lo que hace y el interactuar con la gente, la joven no deja de mantener los ojos bien abiertos ya que ha tenido algunas experiencias no muy gratas y se podrían decir, hasta peligrosas.
Guidiño recuerda que la primera semana que trabajó sola, en ese tiempo con 16 años de edad, un hombre alcoholizado se acercó a comprar un cóctel de fruta, pero después la conversación tomó otro camino.
“Me empezó a preguntar cuánto cobraba [sexualmente] y me dijo que había una habitación a la vuelta de la esquina, me agarró y me tocó”, explicó Guidiño. “Obviamente, llamé a alguien pidiendo ayuda y afortunadamente el individuo se fue”.
La joven recuerda que pocos días después de la interacción con el individuo pasado de copas, ella lo vio pasar en su camioneta con su esposa y sus hijos.
Agrega que desafortunadamente, esa no ha sido la única vez que un hombre se le acerca con malas intenciones; no obstante, hoy en día dice estar más que lista para defenderse por sí misma.
Otro de los problemas que enfrenta en el negocio es lidiar con los trabajadores del Departamento de Salud del condado de Orange, quienes dice, constantemente la amenazan con arrestarla si sigue vendiendo.
“Una vez llegaron [del Departamento de Salud] y asumieron que sólo hablaba español”, dijo la joven. “Me ofendí un poco porque en estos tiempos cualquier persona puede ser vendedor ambulante aunque hable inglés”.
Agrega que es frustrante ver que las autoridades llegan con personas que solo hablan español, personas que no entienden lo que dicen y en consecuencia pueden abusar de ellos.
Además de trabajar como vendedora ambulante, Guidiño recibió dos certificados en preparación de impuestos después de un encuentro con una mujer en una biblioteca que le ofreció enseñarle.
Así que durante la temporada baja en la venta del agua y las frutas, desde que cumplió sus 18 años ella se dedica a la preparación de impuestos e incluso ayuda a su familia con su propia declaración.
Guidiño expresa que no todo ha sido tan malo durante sus ya cuatro años de trabajo. Además, aprecia sus clientes que regresan frecuentemente en los años que ella ha estado vendiendo.
Enfatiza que es común que sus clientes le dejen propina, aunque a veces le ha tocado que le den $10 o $20 dólares. Solo en una ocasión, subraya, un cliente le dejó $1,000.
Guidiño afirma que le gustaría crecer el negocio de su familia, pero también tiene sus propios planes.
“No es algo que voy hacer por el resto de mi vida”, explica. “Pero es algo que nos ha permitido vivir y ha ayudó a superar muchas cosas familiares”.