Dormir acompañados puede influir en nuestra salud más de lo que creemos
Estudios destacan la influencia de otros individuos en el sueño, desde la sincronización en ratones hasta el colecho humano
Un estudio sobre papiones oliva mostró que los primates tienden a dormir menos cuando el tamaño de su grupo aumenta, reflejando un ajuste instintivo a la seguridad.
Por otro lado, en el caso de los ratones, se ha observado que pueden sincronizar sus ciclos de sueño REM (movimiento ocular rápido), un fenómeno que destaca la adaptabilidad del sueño a factores sociales.
Este contexto se traslada a los humanos, donde en muchas culturas no es solo común, sino esperado, que los individuos compartan su espacio de descanso, particularmente en el caso de los niños.
En América del Sur, Asia y África, hasta un 100% de los cuidadores duermen con sus bebés, práctica que contrasta con los patrones de sueño en la sociedad occidental, donde dormir en solitario o con una pareja es el estándar.
Sin embargo, esta costumbre de dormir juntos en ciertas sociedades ha sido apoyada por teorías evolutivas que sugieren que el colecho ha servido durante miles de años para proteger a los bebés, manteniéndolos calientes y seguros al dormir cerca de los adultos.
A pesar de esta prevalencia histórica, el colecho genera debate en países occidentales debido a la preocupación por el síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL). Se ha advertido que el riesgo de SMSL podría aumentar al compartir la cama, aunque algunos estudios sugieren que, con el uso de superficies seguras y otras medidas, el riesgo no sería mayor que el de dormir por separado.
Agencias como la Academia Estadounidense de Pediatría y el Instituto Nacional para la Excelencia en la Salud y la Atención en el Reino Unido sugieren que los bebés duerman en la misma habitación que sus padres, aunque en superficies diferentes para evitar riesgos asociados al colecho directo.
La cuestión no se limita a la seguridad física, sino que también abarca posibles beneficios psicológicos. Quienes apoyan el colecho argumentan que puede ayudar en la regulación de hormonas del estrés en los bebés, promover el vínculo afectivo entre padres e hijos y facilitar una lactancia más frecuente.
Sincronización del sueño
Sin embargo, estudios han mostrado resultados contradictorios en cuanto a los beneficios en la salud mental y emocional de los niños. La sincronización en el sueño entre el bebé y el cuidador, que ha sido registrada en estudios, muestra una tendencia hacia el sueño más ligero, lo cual podría reducir los riesgos de apneas y fortalecer la capacidad respiratoria del infante.
En el Reino Unido, un estudio del 2010 evidenció que hasta el 6% de los niños aún compartían cama a los cuatro años, mientras que en Estados Unidos, más de un tercio de los niños entre tres y cinco años dormían con un cuidador o un hermano en la misma cama.
La duración del sueño en estos niños, no obstante, tiende a ser menor que en aquellos que duermen solos, aunque no necesariamente debido a interrupciones nocturnas, sino a que suelen dormir más tarde.
El colecho entre adultos también se mantiene como una práctica habitual en parejas, especialmente en países occidentales, donde un 80% de los adultos encuestados informó compartir cama con su pareja. El sueño compartido entre adultos puede, según algunos estudios, aumentar la sensación de descanso y fortalecer la conexión emocional.
Sin embargo, ciertas investigaciones destacan que las mujeres en parejas heterosexuales pueden experimentar mayores alteraciones en su sueño debido a los movimientos o ronquidos de sus parejas.
No obstante, aún existen varias incógnitas sobre los efectos del colecho, especialmente en relación con el desarrollo emocional de los niños y en situaciones específicas, como en familias con niños que padecen trastornos del espectro autista o problemas de salud mental. Para estos casos, los estudios señalan que el colecho podría proporcionarles consuelo y una forma de adaptación a sus dificultades para conciliar el sueño.
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