Desde 1954, las grandes petroleras sabían que las emisiones causarían una catástrofe
Se les había explicado 70 años atrás, la naturaleza del efecto invernadero, y que la contaminación de la atmósfera era un peligro para la 'civilización'
Justo cuando una cooperación de científicos, investigadores y periodistas reveló esta información histórica, Estados Unidos está entrando en una nueva era de incertidumbre y caos, que podría negar el beneficio del nuevo conocimiento.
Hace 70 años sabían
A mediados de octubre, pocas semanas antes de las elecciones que vieron el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca, el Centro de Investigaciones Climáticas (CIC) concluyó la publicación de sus hallazgos sobre la responsabilidad de las empresas petroleras y sus organizaciones representativas en no actuar a tiempo frente al cambio climático en ciernes.
Un par de semanas después, el sitio especializado Desmog publicó una larga nota con fehacientes pruebas y un desenlace cronológico de lo sucedido, con base a lo revelado por el CIC. De hecho, la escribió Rebeca John, investigadora del CIC.
Finalmente, dos días después lo recogió el británico The Guardian completando la información y poniéndola en el contexto histórico. Eso fue el 12 de noviembre.
¿De qué se trata?
En una frase: la investigación demuestra lo que sospechábamos. Que desde hace 70 años las empresas petroleras sabían del daño que las emisiones que creaban las plantas generadoras y los automóviles al medio ambiente. Sabían que estaba provocando un cambio climático histórico y desastroso para la humanidad.
Lo sabían pero lo negaron. Lo niegan hasta el momento.
Siguen repitiendo un mantra que les ha servido durante décadas para evadir la responsabilidad criminal en la desgracia que han estado trayendo para la humanidad. Dicen que “se requiere más investigación”. Que las cosas no están claras. Que hay que tomar en cuenta datos que muestran lo contrario. Que no hay que apurarse.
Mientras tanto siguen recolectando pingües ganancias por decenas de miles de millones de dólares.
Gobiernos: apatía e ignorancia
El sentido común dicta que un gobierno democrático usaría la información para desenmascarar de una vez por todas a las petroleras y como mínimo, llevarlas a corte para demandar que paguen por al menos una parte del sufrimiento que causan a la población.
Eso es precisamente lo que hizo en septiembre de 2023 el gobierno de California bajo el gobernador Gavin Newsom y el procurador general Rob Bonta: demandar a Big Oil. Así lo explican:
“Los ejecutivos de las compañías petroleras engañaron al público durante décadas sobre cómo los combustibles fósiles dañan nuestra salud y destruyen nuestro planeta, protegiendo sus propias ganancias mientras cargaban la factura de los daños a los contribuyentes. California está demandando a estos grandes contaminantes para que rindan cuentas por sus décadas de engaño, encubrimiento y miles de millones de dólares en daños causados a nuestro estado”.
Aquí se puede leer el texto de la demanda:
¿Y Estados Unidos, con sus instituciones, agencias de la ley, gobierno? ¿Qué va a hacer ahora?
Mucho, si fuese lógico, democrático, interesado en el bien de las personas y en el futuro de nuestros hijos.
Pero no se puede esperar mucho en ese sentido del segundo gobierno de Trump que está por asumir el mando en unos días. Al contrario. Temo que va a ser peor. Uno de los gritos de batalla del magnate fue “Drill, baby, drill”, refiriéndose a licitaciones para perforar en las reservas naturales de Alaska. Es conocida su aversión a los automóviles eléctricos. Y en fin, no hay mitin del presidente electo sin “climate change is a hoax”. Un engaño.
Pero estos son los datos. Esta es la historia.
70 años atrás
El ingeniero químico Lauren B. Hitchock, presidente de la Air Pollution Foundation. Crédito: Informe del presidente de la APF, 1954, Archivos de la Universidad SUNY Buffalo
Este mes se cumplen 70 años. En 1954, dice The Guardian, “los científicos comenzaban a identificar de manera fehaciente que la contaminación de hidrocarburos provenía del consumo de combustibles fósiles en automóviles”.
Air Pollution Foundation era una organización que supuestamente se dedicaba a combatir la polución. Pero en realidad era una fachada para la industria petrolera, que pagaba casi la mitad de su presupuesto, por el equivalente actual de 21 millones de dólares por año.
Su modelo ha sido desde entonces repetido hasta la náusea por las industrias contaminantes y muchas otras: crear, o comprar, o patrocinar, un grupo de fachada que exagerase la incertidumbre científica para defender la situación del momento.
Su presidente Samuel Hitchcock, era un respetado ingeniero especialmente seleccionado para dar una imagen de seriedad, neutralidad, rigor científico.
Un buen día Hitchcock lo pensó mejor y la fundación publicó un informe que contenía la explosiva advertencia de que las emisiones de dióxido de carbono (CO2) de los combustibles fósiles podrían tener consecuencias negativas y a largo plazo para la “civilización”. La investigación expuso los combustibles fósiles, especialmente las refinerías, como una de las principales causas del smog y el cambio climático.
El smog irritaba a la gente
Para aquel entonces, el smog ya estaba haciendo la vida de los angelinos miserable. Lo conocían desde 1943, durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando las mantas de humo nocivo comenzaron a cubrir nuestros cielos, el Los Ángeles Times especuló que podía tratarse de un ataque del enemigo. Miles de personas sufrieron molestas irritaciones en sus ojos, narices y gargantas. La nube negra limitó nuestra visibilidad y con el tiempo su presencia fue permanente.
(Izquierda) The Los Angeles Times, 27 de julio de 1943. (Derecha) Artículo de A.J. Haagen-Smit titulado “El problema de la contaminación del aire en Los Ángeles”, de diciembre de 1950. Crédito: The Los Angeles Times/Caltech Engineering and Science.
El informe agregó al descontento popular e insufló energía en la sociedad civil. Las protestas se magnificaron.
Poco después, Samuel Epstein, profesor asociado de geoquímica en CalTech, escribió que “El aumento de las concentraciones atmosféricas de CO2 debido a la quema de combustibles fósiles podría afectar al clima de la Tierra”.
Pero no fue suficiente.
La venganza de los magnates
La publicación volvió fuera de sí a los magnates petroleros, que convocaron a Hitchcock a una reunión secreta y le recordaron quién financiaba su organización. Lo presionaron para que cambie de rumbo. Debilitaron su posición. Publicaron reportes que decían lo contrario.
Por todos los medios a su disposición sabotearon los esfuerzos para proteger a la población, impidieron debates, previnieron nuevas regulaciones, lucharon contra cualquier cosa que amenace su lucro.
Los petroleros le echaron a Hitchcock en cara su apoyo al control de la contaminación. Lo culparon de haber “llamado la atención” la contaminación causada por las refinerías. Le revelaron que la función de la Air Pollution Foundation era “dirigir la investigación de la industria petrolera” y que, al gozar de prestigio, publicar hallazgos positivos “que se aceptaran como imparciales”.
Diez días consecutivos de smog provocaron protestas cívicas masivas en Los Ángeles en octubre de 1954. Crédito: The Los Angeles Times, 21 de octubre de 1954/The Daily News, 21 de octubre de 1954
El término de fake news que hoy tan bien conocemos se podía haber aplicado en aquel entonces a lo que hicieron. Ante los cielos grises, los humos tóxicos, los altos números de enfermos de asma, males cardíacos que llenaban los hospitales en ciertos días, los responsables de la catástrofe en ciernes respondían que lo que estábamos viendo no existía.
A la ciencia llamaron “especulación no probada”. De cada informe dijeron que era, “una suposición interesante que aparentemente ha sido aprovechada… como un medio de obtener publicidad favorable para sus esfuerzos a expensas de la mala publicidad para la industria petrolera”.
Eran General Petroleum y Humble Oil (hoy ExxonMobil); Richfield Oil (BP); Shell; Southern California Edison; Southern California Gas Company (SoCalGas); Sunray Oil (Sunoco); Tidewater (ConocoPhillips); y Standard Oil of California, Texas Company, Union Oil y Western Gulf (todas ahora Chevron).
Su organización representativa, la Western States Petroleum Association (WSPA), entonces conocida como la Western Oil and Gas Association (WOGA), hizo lo posible para suprimir los hallazgos
La WSPA no quedó en eso sino que promovió otra organización de fachada, el Stanford Research Institute (SRI), dedicada a publicar investigaciones destinadas a minimizar o negar los impactos nocivos de la quema de combustibles fósiles.
Al año siguiente, la APF se declaraba contra las regulaciones de aire limpio, enfatizando el alto costo del control de la contaminación.
Más tarde, publicó un nuevo informe declarando que el CO2 era “inocuo”.
George Davidson, vicepresidente de la Standard Oil Company de California (Chevron), entendía que el dióxido de azufre (SO2) de las refinerías era “realmente beneficioso para las plantas y las personas” en las cantidades que se emiten actualmente.
Hitchcock renunció en septiembre de 1956. La APF se disolvió a finales de 1960 sin pena ni gloria.
Oportunidad perdida
Pese al descontento de la población y al smog que se estaba esparciendo por el cielo, la opinión pública no fue suficientemente poderosa para imponer un cambio. No se prestaron a ello las autoridades electas. La historia pudo haber cambiado. No fue así.
La infamia del smog en Los Ángeles se convirtió en el campo de pruebas para el manual de engaño climático que las grandes petroleras innovaron y luego llevaron al mundo entero.
Se perdió la oportunidad de detener el ciclo de contaminación ambiental de raíz. En ese momento histórico, los gobiernos podían haber tomado medidas preventivas que hubieran cambiado el curso de la historia humana.
¿Por qué no lo hicieron? Quizás hubiera sido poco popular y habría frustrado su reelección al puesto que entonces ostentaban. O hubieran perdido donantes. O no estaban seguros de nada. En gran parte fue por la presión ejercida por las petroleras para sembrar dudas, convencer o comprar a quien podía hacer algo y seguir haciendo lo suyo.
En ese proceso falló la prensa libre. Con nuestra obsesión de no aparecer partidarios sino neutrales y triangulando su posición para estar en el medio, los diarios se hicieron parte del problema. “Dirigentes empresariales, industriales y cívicos, eclesiásticos y funcionarios se unen al esfuerzo”, dice un titular del Los Ángeles Times del 7 de noviembre de 1953. El “esfuerzo” que menciona era una organización que exigía más pruebas que las existentes de que el smog era resultado de la quema de petróleo y no de la quema de basura.
La conclusión publicada por Hitchckok fue la primera, pero se le agregó la investigación realizada por científicos de Harvard y publicada en la prestigiosa revista Science en enero de 2023, que demostró que ExxonMobil modeló y predijo el calentamiento global con “una habilidad y precisión sorprendentes” a partir de la década de 1970. Y lo mismo: en los siguientes 50 años, siguieron sembrando dudas sobre la crisis.
La situación climática, como ya todo el mundo sabe, es grave. Los desastres que vaticinaban los expertos como algo que sucedería en un futuro incierto ya están ocurriendo.
La industria del petróleo sabía, 70 años atrás, la naturaleza del efecto invernadero, y que de seguir contaminando la atmósfera, sobrevendría el cambio climático que luego se detalló y que hoy estamos sufriendo sin solución a la vista.