El consumo de fructosa se relaciona con el crecimiento tumoral
El consumo elevado de fructosa potencia el crecimiento de tumores al ser transformada por el hígado en nutrientes esenciales para células cancerosas
Durante las últimas cinco décadas, el consumo de fructosa ha experimentado un notable incremento, impulsado por la adopción masiva del jarabe de maíz de alta fructosa como edulcorante en alimentos y bebidas ultraprocesados.
Este cambio en la dieta ha despertado el interés de la comunidad científica, y un reciente estudio de la Universidad de Washington en St. Louis ha revelado que la fructosa dietética podría estar jugando un papel crucial en el crecimiento de ciertos tipos de cáncer.
Los hallazgos, publicados en la revista Nature el 4 de diciembre, indican que la fructosa no alimenta directamente a los tumores, sino que el hígado la convierte en nutrientes que estos aprovechan para crecer.
El equipo liderado por el profesor Gary Patti, experto en química, genética y medicina, descubrió que la fructosa dietética acelera significativamente el crecimiento de tumores en modelos animales de melanoma, cáncer de mama y cáncer de cuello uterino.
Este proceso ocurre mediante una vía indirecta: el hígado transforma la fructosa en compuestos, como los lípidos, que las células tumorales pueden utilizar para dividirse y proliferar. Según Patti, “lo que ingerimos puede ser consumido por tejido sano y convertido en sustancias que los tumores aprovechan”.
Para comprender este mecanismo, los investigadores usaron metabolómica, una técnica que permite analizar cómo las pequeñas moléculas se desplazan entre los tejidos del cuerpo.
Este enfoque reveló que las dietas ricas en fructosa aumentan los niveles de lípidos en la sangre, especialmente lisofosfatidilcolinas (LPC), que son absorbidas por las células cancerosas para construir sus membranas y acelerar su crecimiento.
Cuando se expuso directamente fructosa a células tumorales aisladas en laboratorio, estas apenas reaccionaron, demostrando que el hígado desempeña un rol indispensable en este proceso.
Aumento de diferentes tipos de cánceres
Los resultados plantean preguntas relevantes sobre el impacto del consumo excesivo de fructosa en la incidencia de cáncer. Durante el mismo período en que la fructosa ha invadido la dieta global, varios tipos de cáncer se han vuelto más comunes, especialmente en personas menores de 50 años.
Antes de los años 60, el consumo de fructosa era considerablemente más bajo, con una persona promedio ingiriendo entre 2,5 y 4,5 kilos al año. Hoy en día, esta cifra se ha disparado, alcanzando niveles equivalentes a unos 60 litros de leche anuales.
La fructosa, a pesar de ser estructuralmente similar a la glucosa, se metaboliza de manera diferente. Mientras que la glucosa se procesa en todo el cuerpo, la fructosa lo hace casi exclusivamente en el hígado y el intestino delgado. Su uso extendido en productos procesados, desde refrescos hasta aderezos para ensaladas, ha facilitado su inclusión en dietas modernas, a menudo sin el conocimiento de los consumidores.
Los investigadores advierten que, aunque evitar la fructosa puede ser un paso lógico para pacientes con cáncer, hacerlo resulta difícil debido a su omnipresencia en la dieta actual. Además, este estudio abre una puerta prometedora para el desarrollo de tratamientos innovadores.
Según Patti, dirigir terapias hacia el metabolismo de las células sanas, como el hígado, podría ser una estrategia efectiva para combatir el cáncer. “Podríamos diseñar medicamentos que bloqueen la capacidad del hígado de transformar fructosa en nutrientes útiles para los tumores”, añadió.
El trabajo del equipo de la Universidad de Washington no concluye aquí. Con un financiamiento de 25 millones de dólares del programa Cancer Grand Challenges, los investigadores planean explorar más a fondo la relación entre el consumo de fructosa y la incidencia de cáncer.
Este esfuerzo incluye la colaboración con expertos internacionales, como Yin Cao, profesora adjunta de cirugía, para ampliar la comprensión sobre cómo los factores dietéticos influyen en la progresión del cáncer.
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