El ‘Tiny Desk’ de Bad Bunny, lleno de orgullo boricua y canciones de “Debí Tirar Más Fotos”

Bad Bunny llenó el Tiny Desk de ritmos y orgullo puertorriqueño, interpretando cinco temas de Debí Tirar Más Fotos junto a músicos de su isla

Bad Bunny Calvin Klein

Bad Bunny a menudo busca representar su cultura puertorriqueña en los proyectos que desarrolla.  Crédito: Jordan Strauss/Invision | AP

Desde que apareció en escena con su peculiar estilo y letras que desafían lo convencional, Bad Bunny ha sabido cómo aprovechar cada escenario para exaltar sus raíces.

Esta vez, el turno fue del icónico Tiny Desk de NPR, donde el artista puertorriqueño convirtió una oficina en Washington D.C. en un rincón cálido de su isla, repleto de ritmos caribeños y un mensaje profundo de orgullo nacional.

Acompañado por la banda Los Sobrinos y bajo la dirección musical del percusionista Julito Gastón, Benito interpretó cinco temas del álbum “Debí Tirar Más Fotos”, en versiones más íntimas que las originales, pero cargadas de emoción. El repertorio incluyó “Pitorro de Coco”, “Voy a llevarte pa PR”, “Kloúfrens”, “Lo que le pasó a Hawái” y “La Mudanza”. Cada canción fue una postal sonora de Puerto Rico, adornada con instrumentos tradicionales y arreglos que reflejan la esencia cultural de la isla.

Entre una interpretación y otra, Bad Bunny compartió una anécdota simbólica: un hombre que, al escucharlos ensayar frente a la Casa Blanca, expresó asombro por la resistencia cultural de los puertorriqueños. “Es increíble que, después de cien años de colonización, mantengan su cultura, su lengua, su jerga”, citó el artista con orgullo.

El set estuvo decorado con una bandera puertorriqueña, colocada con intención frente al micrófono. Ese símbolo, que alguna vez fue prohibido y perseguido, ahora brilló frente a millones como recordatorio de identidad y resistencia. “Mataron gente por ondear la bandera”, entona Benito en “La Mudanza”, con una mezcla de nostalgia y determinación.

Con un café en mano y rodeado de músicos que también son reflejo de su tierra, Bad Bunny no solo ofreció música. Regaló memoria, pertenencia y resistencia. “Yo soy de P f****** R”, gritó con fuerza.

Y en ese instante, los espectadores, sin importar de dónde seamos, sentimos que también lo éramos.

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