Trump también sacude a GM: miles sin empleo en Canadá
El cierre temporal de la planta de GM en Ingersoll, Canadá, marca un nuevo capítulo en la creciente crisis del sector automotor del país

Fábrica de General Motors. Crédito: General Motors. Crédito: Cortesía
En una ciudad que depende en gran medida de la industria automotriz, el anuncio del cierre temporal de la planta de General Motors en Ingersoll, Ontario, cayó como un golpe seco e inesperado.
Lee también: Tesla lanza la Cybertruck más eficiente y económica
Pero más allá del titular, el trasfondo de esta decisión revela una cadena de eventos que ha venido gestándose desde hace tiempo: una combinación de políticas económicas agresivas desde Estados Unidos, un mercado de vehículos eléctricos que no despega como se esperaba, y una dependencia estructural de Canadá respecto a su vecino del sur.
Puedes leer: Crece la eficiencia en Honda: más carros, menos trabajadores
GM confirmó que detendrá la producción de sus furgonetas eléctricas BrightDrop a partir del 14 de abril de 2025. Este alto en la operación afectará de forma inmediata a cientos de trabajadores que quedarán sin empleo, al menos hasta octubre. Pero incluso entonces, las cosas no volverán a ser como antes.
El sindicato Unifor, que representa a los empleados de la planta, advirtió que cuando se reanuden las operaciones solo habrá un turno activo, dejando a aproximadamente 500 personas sin posibilidad de reintegrarse.
“Estamos ajustando nuestra producción para equilibrar el inventario con las condiciones actuales del mercado”, explicó un portavoz de GM al confirmar la decisión.
La frase, que suena rutinaria en el contexto empresarial, esconde una verdad cruda: la compañía vendió solo 274 unidades del BrightDrop en el primer trimestre de 2025. Un número muy inferior a las proyecciones iniciales que apuntaban a posicionar este modelo como uno de los emblemas de la electrificación.
Una industria que pierde el impulso eléctrico
El panorama se agrava cuando se observa el contexto en el que se enmarca este cierre.
La industria automotriz canadiense viene atravesando una transformación compleja, donde el entusiasmo por los vehículos eléctricos (EVs) choca de frente con una realidad más fría: precios aún elevados, infraestructura de carga insuficiente y una oferta que, en muchos casos, supera la demanda real.
El fracaso relativo de los EVs en Canadá también se relaciona con factores externos. Las campañas de promoción gubernamentales han sido constantes, pero no siempre efectivas.
Los consumidores enfrentan la disyuntiva de pagar precios que, en muchos casos, superan los $50,000 dólares por un vehículo, mientras aún no encuentran cargadores disponibles en todas las regiones o no obtienen incentivos fiscales suficientes para que la compra sea atractiva.
Todo esto en un entorno donde la inflación también ha encarecido el crédito automotor, limitando el acceso a modelos eléctricos incluso para la clase media. El resultado: líneas de producción detenidas y trabajadores sin certezas sobre su futuro.
El impacto de la política estadounidense
Si el débil desempeño de los EVs fuera el único problema, la situación ya sería grave. Pero el cierre de la planta en Ingersoll también tiene un fuerte componente geopolítico.
Las medidas proteccionistas impulsadas por el presidente Donald Trump están dejando cicatrices profundas en la economía canadiense, especialmente en sectores que dependen del comercio con Estados Unidos.

Durante su mandato y su regreso como figura influyente del Partido Republicano, Trump ha defendido la política de “America First” a toda costa.
Esa agenda incluye la imposición de nuevos aranceles a productos extranjeros, entre ellos los automóviles fabricados fuera de Estados Unidos, como los producidos por GM en Canadá. Para empresas con cadenas de suministro integradas entre ambos países, como GM, estas políticas significan una disrupción costosa.
“Trump está traicionando al mejor amigo de Estados Unidos y atacando nuestra economía”, declaró con firmeza Pierre Poilievre, líder del Partido Conservador de Canadá.
La frase, aunque cargada de retórica política, sintetiza el sentimiento de frustración creciente en las altas esferas del país, que ven cómo la alianza estratégica con EE.UU. se debilita justo cuando más se necesita.
Efecto dominó en la economía local
La situación en Ingersoll va más allá de las cifras. La comunidad de 14.000 habitantes está intrínsecamente ligada al funcionamiento de la planta de GM. No se trata solo de los empleados directos.
Hay pequeñas y medianas empresas que dependen de la actividad de la fábrica: desde talleres mecánicos hasta restaurantes, proveedores de servicios y transporte.
“Esto afectará a los 14.000 habitantes de nuestra ciudad. Muchas familias dependen de GM”, advirtió Brian Petrie, alcalde de Ingersoll. La preocupación no es infundada.
A medida que los despidos se hacen realidad, los efectos colaterales ya comienzan a sentirse: caída en el consumo, más solicitudes de ayuda social, y una sensación general de inestabilidad que mina la confianza de la población.
Además, este no es un caso aislado. GM ya había cerrado otra planta en Canadá meses atrás, mientras que Stellantis también enfrenta paros en su planta de Windsor. La crisis, en otras palabras, es sistémica.
¿Un problema de GM o un síntoma global?
El caso de GM no es único ni exclusivo de Canadá. En realidad, parece formar parte de una tendencia que afecta a todo el sector automotor. En 2024, Tesla despidió al 10% de su plantilla a nivel global, mientras que Ford redujo considerablemente la producción de su F-150 Lightning, uno de sus modelos eléctricos estrella.
La sobreoferta de vehículos eléctricos, combinada con una desaceleración en la demanda global, ha generado una nueva presión sobre las grandes automotrices.
Aunque el futuro de la movilidad sigue apuntando hacia la electrificación, el ritmo de adaptación del mercado es más lento de lo que anticipaban los fabricantes. Y en ese desfase, los trabajadores terminan siendo las primeras víctimas.
Un problema sin aparente solución inmediata
La respuesta a esta crisis no parece estar a la vuelta de la esquina. Si bien Canadá podría aumentar los incentivos para la compra de EVs o invertir en infraestructura de carga, esas medidas requieren tiempo y un consenso político que no siempre está garantizado.
Por otro lado, mientras Trump siga ganando terreno en la política estadounidense, es probable que las barreras comerciales se mantengan o incluso se endurezcan.
Ante este panorama, las soluciones inmediatas son escasas. Las automotrices podrían reajustar sus estrategias, reducir temporalmente su producción o diversificar sus mercados, pero esas decisiones no compensan el daño que ya se ha hecho en comunidades como Ingersoll.
Seguir leyendo:
La Unión Europea apunta contra la fibra de carbono en autos
Mini Cooper S Convertible: estilo y encanto sin comparación
Mercedes-Benz cesará la producción de las Citan y Clase T