Trabajador arrestado en el Distrito de la Moda recupera su libertad
Lo dejan salir tras el pago de una fianza y le ponen una pulsera de monitoreo electrónico

Miguel Ángel Salas León peleará su caso en libertad. Crédito: Luis Marroquín | Cortesía
Miguel Ángel Salas León, un trabajador arrestado en la redada migratoria del 6 de junio en la fábrica de ropa Ambiance Apparel en el Distrito de la Moda de Los Ángeles, logró recuperar su libertad tras más de un mes de encierro en el Centro de Detención de Adelanto.
Su salida tuvo un precio: $5,000 de fianza y la instalación de una pulsera de monitoreo electrónico en el tobillo.
“Me siento triste por todo lo que pasé, pero también alegre con la esperanza de poder arreglar mi residencia”, dice Miguel Ángel.
El lunes 7 de julio, un juez de migración autorizó la libertad del inmigrante mexicano de 55 años, tras el pago de la fianza. Sus amigos depositaron los $5,000 el martes; y el miércoles a las 7:30 de la tarde, Miguel Ángel respiró aliviado al verse libre de los barrotes del Centro de Detención de Adelanto.
Luis Marroquín dice que en cuanto le avisaron el miércoles que Miguel Ángel saldría libre, otro amigo y él tomaron carretera para recogerlo.
“Si no hay nadie a tiempo para recogerlo, una vez que los sacan, los vuelven a encerrar. No podíamos tomar ese riesgo”, dice Luis.

Lo primero que Miguel Ángel hizo al dar un paso fuera de Adelanto y respirar el aire puro de la tarde que caía, fue dar gracias a Dios y corrió a abrazar a los amigos que le tendieron la mano en el momento más difícil de su vida.
“Sentí mucha emoción”, dice.
Al día siguiente de su liberación, en entrevista con La Opinión, con la voz apagada por el cansancio físico y emocional que le generó la detención y el encarcelamiento por más de un mes, dice que cuando la Migra apareció en su trabajo, alrededor de las 9:30 de la mañana del 6 de junio, tenía como media hora de haber comenzado su jornada laboral.
“Mi trabajo en la bodega de Ambiance, era escanear toda la ropa que llega de Asia, y estaba preparando toda la papelería, cuando unos 20 agentes federales encapuchados del ICE (Servicio de Migración y Aduanas) y del FBI (Buró Federal de Investigaciones) entraron a la bodega y a la tienda. Afuera había más. No sé cuántos”, dice.
Agrega que muchos de sus compañeros cuando se corrió la voz de que había una redada, corrieron para tratar de escapar y esconderse. “No contaban con que los agentes llevaban drones, y los descubrieron escondidos entre los contenedores”.
Miguel Ángel, quien llevaba casi ocho años laborando para Ambiance, dice que él no se preocupó.
“Yo estoy en proceso de mi trámite de residencia y me creía a salvo. Llevaba conmigo mi permiso de trabajo, mi licencia Real ID y mi número de seguro social. Eso me dio tranquilidad. A los que dijimos que teníamos ‘papeles’, nos metieron al cuarto de conferencias”.
Cuando le pidieron sus documentos, todavía se mantenía tranquilo.
“Al rato que los agentes volvieron tras revisarlos, me dijeron que mi caso estaba cerrado administrativamente. Yo les insistí que no, que estaba trabajando legal. Una compañera que es ciudadana me gritaba que no hablara, que no dijera nada, y empezó a filmar. Ellos le decían que no podía hacer eso y que parara. Así estuvieron discutiendo hasta que la sacaron”.
Cuando el oficial de inmigración le dijo que se lo iban a llevar detenido, el mundo se le desplomó a Miguel Ángel.
“Me quedé en shock. Lo único que pude decirle a uno de los oficiales cuando me subieron a una camioneta es si me dejaba hacer una llamada por teléfono. Me dijeron que sí, y le hablé a mi amigo Luis”.
Alcanzó a decirle “me agarró la Migra. Háblale a mi abogada”, y fue todo, no le dejaron pronunciar una palabra más, le arrebataron el teléfono.
Lo trasladaron junto con muchos de sus compañeros al sótano del edificio federal del ICE en el centro de Los Ángeles.
“Nos llevaron al ‘tanque’, un lugar que es como un congelador. Dormíamos sentados en el suelo, con mucho frío. De ahí nos llevaron a otro ‘tanque’ igual de congelante en Santa Ana, donde estuvimos dos noches y dos días, durmiendo también en el suelo”.
Dice que les daban de desayuno, un cereal con leche; y a mediodía y en la noche, un burrito de frijoles y una bolsa de papas fritas.
“Al final se llevaron a todos y me dejaron a mi solo ahí en Santa Ana, antes de transportarme a Adelanto. Cuando me quedé solo en Santa Ana fue peor. No tenía con quien hablar”.

Ahí se derrumbó y empezó a llorar.
“No creía lo que me estaba pasado, si yo estaba en proceso de residencia”.
Miguel Ángel nació en Puebla, México; emigró a Estados Unidos en 1995.
“La mayoría de los detenidos en Adelanto éramos latinos, mexicanos, guatemaltecos, hondureños, salvadoreños, cubanos, venezolanos, colombianos, uno que otro chino; había una persona de Indonesia y dos de Rusia”.
En Adelanto – dice – el ambiente es de una tremenda tristeza, y una y otra vez, los detenidos se preguntan qué va a pasar con ellos.
“Mucha gente llora; otros se alteran y pelean, sobre todo aquellos que eran homeless y con problemas de drogas. Los de mi celda, orábamos dos o tres veces al día. Eso nos ayudaba mucho a mantener las fuerzas para no dejarnos caer”.
Pero aún con rezos y oraciones, para algunos la incertidumbre y la privación de la libertad es insoportable.
“La mayoría firma su salida voluntaria. No aguantan las condiciones, y prefieren regresar a sus países porque dicen que la vida ya no es la misma en Estados Unidos”.
Durante semanas no pudo ver a su abogada Mercedes Castillo.
“Creo que fue hasta la tercera semana que me dejaron que me visitara”.
Miguel Ángel cree que es muy probable que los dueños de Ambiance Apparel ya sabían que la Migra iba a llegar de un momento a otro.
“Nos detuvieron como a 70 trabajadores entre la bodega y la tienda; y muchos platicaban que los dueños pudieron advertirnos lo que se venía para poder protegernos, pero no lo hicieron. No nos avisaron”.
Admite que se siente abatido porque desde que llegó a este país, ha trabajado muy duro y pagado impuestos.
“Nada me han regalado. Amo a este país tanto como al mío, y respeto sus leyes. Metí mi petición de residencia en 2017, y tengo una abogada que me ha estado ayudando. Todo lo he hecho bien. No entiendo por qué me llevaron”.
Miguel Ángel recuperó su libertad, pero deberá presentarse ante un juez para seguir con su proceso el 16 de julio.
“Estoy en libertad, pero sin poder trabajar. Me quitaron mi permiso de trabajo, mi número de seguro social, mi licencia Real ID”.
Durante los días de agonía mental que vivió en Adelanto, dice que era tal su desesperación y desánimo que llegó a pensar en firmar su salida voluntaria.
“A veces te cansas de luchar tanto, que optas mejor por irte”.
La tarde que salió libre, dice que en lo único que pensaba era en llegar a su casa y acostarse en su cama.
Aunque triste, confiesa que seguirá luchando por su residencia en este país, y recuperar su permiso de trabajo.
“Necesito trabajar porque hay que pagar las cuentas”.