High Times renace: Josh Kesselman y su equipo prometen restaurar el alma de la contracultura cannábica
Josh Kesselman revive High Times para devolverle su espíritu rebelde y su rol central en la lucha por la cultura y legalización del cannabis

El fundador de RAW encabeza el rescate de High Times. Foto: Cortesía Grasslands. Credit: Cortesía
La icónica revista de la contracultura, High Times, está de vuelta. La publicación que durante décadas fue la biblia del cannabis y un faro para la disidencia, ha sido adquirida por Josh Kesselman, fundador de RAW Rolling Papers, marcando el inicio de una nueva era.
En 1974, Tom Forçade fundó High Times como una sátira de Playboy y se convirtió rápidamente en el epicentro intelectual de la contracultura norteamericana. Durante cinco décadas, la revista fue el santuario donde figuras legendarias como Hunter S. Thompson, William Burroughs, Truman Capote y Allen Ginsberg articularon la resistencia contra la prohibición con una elocuencia inigualable.
Además de estas grandes plumas, High Times también ofreció un escaparate para las voces de la contracultura en general, presentando a íconos como Charles Bukowski, Willie Nelson, Debbie Harry, Bob Marley y Andy Warhol. Su influencia resonó desde Greenwich Village hasta Ámsterdam, definiendo los códigos de toda una generación.
El contexto histórico: Periodismo como acto de resistencia
El impacto de High Times debe entenderse en el contexto de su tiempo. En los años 70 y 80, en pleno apogeo de la “Guerra contra las Drogas”, declarada oficialmente por Nixon en 1971, publicar una revista que promovía el cannabis no era solo un acto editorial, sino una declaración de principios y un desafío directo a las estructuras de poder.
La revista se convirtió en una fuente de información vital para una comunidad perseguida, ofreciendo desde consejos sobre autocultivo —considerado entonces tanto una forma de resistencia como de autosuficiencia económica— hasta asesoría legal especializada para consumidores enfrentando el sistema judicial. High Times funcionaba como un manual de supervivencia para navegar la clandestinidad, con secciones dedicadas a técnicas de cultivo interior, análisis de variedades, y estrategias para evitar la detección policial.
En este contexto, la revista no solo era para “fumetas”, sino para cualquiera que se identificara con la contracultura. Era un símbolo de la lucha por las libertades civiles y la libertad de expresión. La DEA llegó a investigar tanto a la revista como a las tiendas que se anunciaban en ella, lo que demuestra el riesgo real que corrían editores, anunciantes y lectores por igual.
En contraste, el panorama actual de semilegalización en lugares como California presenta un escenario completamente diferente. Con la legalización del cannabis medicinal y recreativo en más de 20 estados, el rol de High Times ha tenido que adaptarse drásticamente. De ser una publicación clandestina y de nicho, pasó a competir en un mercado saturado de información cannábica digital, podcasts especializados y medios corporativos. Sin embargo, su legado histórico le otorga una autoridad única. Mientras que las nuevas publicaciones se centran en el negocio y el estilo de vida cannábico desde una perspectiva más “mainstream”, High Times mantiene su conexión con las raíces underground de la cultura, la lucha por la legalización total y los derechos de los consumidores.
La caída y el rescate
Para 2024, la mítica publicación había sido reducida a un sitio web que ya no se actualizaba y cuentas de redes sociales abandonadas. La transformación de santuario intelectual a ruina digital parecía el epitafio perfecto para una era donde incluso la rebelión parecía venderse en paquetes. Pero en junio de 2025, Joshua Kesselman escribió un capítulo diferente: por $3.5 millones —una fracción de los $70 millones que costó en 2017—, rescató High Times de las cenizas. Su promesa trasciende la nostalgia: restaurar no solo la revista, sino la comunidad que logró crear durante todas estas décadas.
El templo perdido de la contracultura
Para comprender la magnitud de lo que Kesselman ha emprendido, es necesario entender qué fue High Times en sus días de gloria. Forçade, quien financió la publicación con ganancias del tráfico ilegal, no creó simplemente una revista; forjó el epicentro intelectual de la contracultura cannábica mundial. En su apogeo, High Times alcanzó 500,000 suscripciones mensuales y rivalizó con publicaciones de la talla de Rolling Stone y National Lampoon.
Sus páginas fueron un santuario para escritores legendarios, pero también para una diversidad de voces que trascendía los límites tradicionales del periodismo. Además de los exponentes del periodismo gonzo, la revista publicó textos tan importantes como el manifiesto de viaje espacial de Timothy Leary, “Terra II”, en su primer número. También contó con columnas del satírico contracultural Paul Krassner, fundador del influyente The Realist, por citar un par de ejemplos.

La revista funcionaba como un punto de encuentro cultural donde convergerían múltiples audiencias. Por un lado, estaban los cultivadores y consumidores interesados en las variedades botánicas, técnicas de cultivo hidropónico, y las últimas innovaciones en parafernalia. Por otro, los activistas, intelectuales y artistas que veían en High Times una publicación que no temía desafiar al establishment político y cultural.
Íconos de la cultura pop como Debbie Harry de Blondie, Andy Warhol, Snoop Dogg y David Bowie aparecieron en la revista, ya fuera en entrevistas extensas o en portadas icónicas, demostrando que el interés por el cannabis y la cultura que lo rodeaba trascendía a los consumidores directos y se instalaba en el corazón de la vanguardia artística y musical de la época.
Esta dualidad temática y de audiencia es lo que hizo a High Times tan influyente: logró ser simultáneamente una publicación técnica para cultivadores, un foro intelectual para la contracultura, y una plataforma cultural para artistas de vanguardia.
“High Times para mí siempre fue la publicación más importante de la industria“, reflexiona Kesselman desde su punto de operaciones en España, donde pasa parte del año supervisando la fábrica de RAW. “La primera que conseguí venía envuelta en papel café, como si fuera algo prohibido. Conseguirla fue lo más grandioso de todos los tiempos”.
Esa revista, oculta como un tesoro clandestino, se convirtió en una revelación existencial para el joven Kesselman. “Me di cuenta de que había todo este gran mundo que no conocía antes. Que podía vivir libre, que había otra manera de vivir aparte de la de una persona normal“. Esta epifanía no solo moldearía su perspectiva personal sino que se convertiría en la filosofía fundacional de RAW Rolling Papers, marca que hoy domina el mercado estadounidense con ventas anuales estimadas en $200 millones, según fuentes de la industria.

La destrucción del santuario
El declive de High Times comenzó en 2017 cuando Adam Levin y Oreva Capital adquirieron la revista por $70 millones, iniciando lo que Kesselman describe como “una masterclass en cómo destruir una marca icónica”. La gestión corporativa suspendió la publicación impresa en 2020, acumuló deudas masivas y terminó en un escándalo de fraude de valores que llevó a Levin a enfrentar cargos federales.

“Básicamente los grandes financieros, los banqueros de inversión privada… la destruyeron totalmente”, recuerda Kesselman. Para 2024, la empresa entró en suspensión de pagos y sus activos fueron vendidos en liquidación. Una revista que una vez fue el corazón palpitante de la contracultura yacía en ruinas digitales.
“Simplemente no quería que desapareciera, tanto personalmente como para mi comunidad”, explica. Esta declaración revela la complejidad de lo que estaba en juego: no solo una marca, sino la memoria colectiva de todo un movimiento.
La filosofía del rescate
Para Josh, reconocido además por ser un personaje carismatico en redes sociales, adquirir High Times no representa una inversión tradicional sino algo más profundo: una misión de preservación cultural. “Tengo la fortuna de ser, según Forbes, la marca número uno en ventas de papeles de liar en América”, explica. “Estoy ganando más dinero del que necesito, más dinero del que nunca pensé que ganaría. Y eso me permite hacer cosas locas como comprar High Times”.
En esta misión no está solo. Matt Stang, quien fue ejecutivo y operador de High Times durante 17 años antes de su venta a fondos de capital privado, regresa como socio en el renacimiento de la marca. Stang, quien participó en el proceso de legalización del cannabis en múltiples estados y lanzó las Cannabis Cups en América, conoce íntimamente tanto los triunfos como las tragedias de la revista.
Su experiencia incluye haber enfrentado cargos federales por cannabis en 2010 como parte de la Operación Green Venom, de la cual emergió con una comprensión aún más profunda de las fuerzas que históricamente han combatido la cultura cannábica. Ahora CEO de Delic Holdings Corp, una empresa de bienestar psicodélico, Stang aporta una perspectiva única sobre la evolución de las sustancias controladas y su papel en la cultura americana.

El modelo de negocio que proponen para rescatar la revista rompe con las convenciones del mundo editorial: usar los ingresos por licencias de mercadotecnia y las Cannabis Cups para financiar completamente la operación. “Vamos a tomar todas las tarifas de licencias que ganemos y ese va a ser nuestro presupuesto para los medios”, explica Kesselman. “Tenemos que al menos salir tablas para que cuando algo me pase, el lugar pueda continuar mucho después de que me haya ido”.
Esta visión a largo plazo revela una comprensión sofisticada de la sostenibilidad cultural, algo raro en una industria obsesionada con ganancias trimestrales.
La revolución editorial
Las políticas editoriales de la nueva High Times, señala Josh, serán inflexibles en su compromiso con la transparencia: “Cuando se escriben artículos, no pueden ser pagados o patrocinados a menos que esté claramente marcado. No puede haber engaño o trucos, los escritores deberán ser consumidores genuinos que entiendan verdaderamente sobre lo que escriben“.
Quizá la ambición más emocionante de este plan es restaurar la tradición de High Times de publicar escritores de calibre mundial. “Estamos entrevistando a mucha gente para hacerse cargo de la revista (editorialmente), y una de las cosas que estamos buscando es dedicar parte del presupuesto para traer nuevamente a plumas de primer nivel. Necesitamos artículos reales que te vuelen la cabeza, cosas como lo que solía ser Hunter S. Thompson”.
Kesselman dice buscar “autores que escriban desde su alma, compartiendo una experiencia de una planta o un viaje, que cuando lo leas puedas ver la verdad en lo que escriben. Esos artículos de formato largo, hermosos, que son casi como una mini novela, que te cuentan una historia y te cambian la vida“.
El imperativo multicultural
Para la comunidad latina en los Estados Unidos, el renacimiento de High Times tiene resonancias particulares. En Nueva York, uno de los únicos dos estados que registran datos de arrestos latinos por separado, los latinos son arrestados por cannabis a una tasa casi cinco veces mayor que la de los blancos, según reportes de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles.
Un estudio reciente publicado en la revista Addiction reveló que, por primera vez, en Estados Unidos hay más consumidores diarios de cannabis que de alcohol, lo que indica un cambio cultural que atraviesa todos los grupos demográficos. Sin embargo, a pesar de la legalización, la participación de empresarios latinos en la industria del cannabis permanece dramáticamente baja. Según el MJBiz Daily Diversity Report, un promedio de solo 5.7 por ciento a nivel nacional de las licencias totales de cannabis son propiedad de empresarios latinos.
Las barreras de entrada, como el alto costo de las licencias y la falta de acceso a capital —a menudo ligada a antecedentes penales por delitos de cannabis— son los principales obstáculos. Así pues, aunque la comunidad latina ha sufrido de manera desproporcionada las consecuencias de la “Guerra contra las Drogas”, su presencia en la floreciente industria legal del cannabis sigue siendo marginal. Este es uno de los grandes desafíos de la legalización: asegurar que los beneficios de este nuevo mercado lleguen a las mismas comunidades que pagaron el precio más alto durante la prohibición.

“Vivo parte del año aquí en España, así que obviamente sí” habrá contenido en español, confirma Kesselman. “Hace poco estuve hablando con Javier Hasse (editor de El Planteo, recientemente nombrado editor en jefe de la revista ) y una de las cosas en las que coincidimos es en la importancia de revivir toda nuestra edición en español“. Su visión trasciende las barreras idiomáticas: “Lo genial sobre el cannabis es que cruza casi todas las fronteras culturales y de idioma. Por lo tanto, High Times tiene que hacer lo mismo“.
Las Cannabis Cups: revolución en la transparencia
El regreso de las Cannabis Cups en 2026 promete revolucionar la competición cannábica más prestigiosa del mundo. Establecidas en 1988 en Ámsterdam por el propio High Times, las Cups se habían convertido en el estándar dorado para la calidad del cannabis, moviendo millones de dólares en turismo cannábico y posicionamiento de marcas.
La primera Cannabis Cup fue organizada por el entonces editor de High Times, Steven Hager, como respuesta a la creciente sofisticación del cultivo de cannabis en los famosos coffee shops de Ámsterdam. La idea era crear un “festival de la cosecha” donde los cultivadores de todo el mundo pudieran competir para determinar quién tenía la mejor marihuana. Fue el primer evento de este tipo en la historia, y se convirtió en una celebración anual de la excelencia en el cultivo de cannabis.
El formato original incluía categorías como mejor índica, mejor sativa, mejor hachís, y mejor nuevo producto. Los jueces, inicialmente editores de High Times y expertos invitados, evaluaban muestras de forma ciega en ubicaciones secretas por toda Ámsterdam. El evento culminaba con una ceremonia de premiación que se volvió legendaria en la comunidad cannábica global.

Ganar una Cannabis Cup es el equivalente a ganar un Oscar en el mundo del cannabis. Una victoria puede lanzar a la fama internacional a un banco de semillas o a un cultivador, y las genéticas ganadoras se vuelven legendarias en la cultura cannábica. Variedades como White Widow, Super Silver Haze, o las diversas cepas Kush ganaron notoriedad mundial gracias a estas competencias, estableciendo dinastías genéticas que perduran hasta hoy.
Con la legalización gradual en Estados Unidos, la Cannabis Cup se expandió a varias ciudades del país, desde Los Ángeles hasta Denver. Sin embargo, esta expansión también trajo controversias sobre la integridad del proceso de evaluación y la influencia de intereses comerciales. Aunque ha perdido parte de su mística underground original, sigue siendo el evento de competencia cannábica más reconocido del mundo y un punto de encuentro crucial para la industria y los consumidores.
“Cuando hagamos una copa de cannabis, será de alguna manera certificada por terceros y a ciegas para que quien gane realmente gane“, explica Kesselman. “Para que cuando digamos que esta es la mejor cepa de alguna categoría particular, realmente lo sea”. Su visión incluye pruebas públicas masivas que democraticen el proceso: “Probablemente vamos a tener que hacer algo así como una prueba pública masiva para asegurarnos, porque al final es el público el que más cuenta”.
Esta transparencia radical contrasta con las prácticas actuales de la industria, donde las competiciones a menudo reflejan más las capacidades publicitarias y los presupuestos de marketing que la calidad real del producto.
La comunidad perdida
Para Kesselman, el verdadero éxito de High Times no se medirá en cifras de circulación o ingresos publicitarios, sino en algo más etéreo pero esencial: la reconstrucción de la comunidad cannábica.
“El mayor juez de éxito para High Times en cinco años será el tamaño y la fuerza de nuestra comunidad”, reflexiona. “Cuando vaya a una copa de cannabis, quiero que esté increíble. Quiero que sea una verdadera celebración, una liberación de energía que sea como nada más”.
Esta visión trasciende lo comercial para tocar algo más profundo: la necesidad humana de pertenencia, especialmente para una subcultura que ha sido criminalizada y marginada durante décadas.
El custodio, no el conquistador
Lo que hace única la perspectiva de Kesselman es su comprensión de que High Times trasciende la propiedad individual. “Me veo solo como un cuidador de High Times. No tengo la intención de apropiarme High Times. Solo soy un cuidador. Estoy tratando de ponerla en marcha otra vez y guiarla en la dirección apropiada”.
Esta posición refleja una comprensión profunda del legado que está preservando: “Solo quiero asegurarme de que no se pierda el legado de una publicación con cinco décadas de historia y que ha sido tan importante para nuestra comunidad”.
Mientras High Times se prepara para regresar a la forma impresa en 2026, Kesselman planea hacer cada edición un objeto de deseo, limitando las tiradas para asegurar que las revistas se mantengan en las mesas de café. “Quiero asegurarme de que cuando regresemos a imprimir la revista no sea simplemente una publicación mensual. Necesita ser especial cada vez”, explica. “Estaba pensando en dos veces al año, mi equipo piensa también en una edición de cosecha… ya veremos”.
La revolución silenciosa
Para la comunidad hispana de Los Ángeles —donde los dispensarios se concentran desproporcionadamente en comunidades de minorías étnicas, pero la propiedad empresarial permanece en manos de otros— el renacimiento de High Times representa más que el regreso de una revista. Es la restauración de un espacio cultural que durante décadas fue el hogar intelectual de la contracultura, un lugar donde las voces marginadas encontraron legitimidad.
En un momento en que la industria del cannabis se ha corporativizado hasta volverse casi irreconocible, y muchas comunidades que sufrieron bajo la prohibición siguen siendo excluidas de los beneficios económicos de la legalización, la visión de Kesselman ofrece algo cada vez más raro: esperanza auténtica.
“Toda esta data, toda esta información, todo esto se va si lo permitimos”, concluye Kesselman. “Si gente buena no se levanta y hace una plataforma para que esparzamos la buena palabra, la verdad, entonces la verdad es empujada hacia abajo por intereses corporativos multinacionales grandes que solo se preocupan por hacer dinero y nada más“.
En el fondo, la historia de High Times es la historia de toda contracultura: nace de la necesidad, florece en la autenticidad, se corrompe por el dinero, muere por la codicia, y renace cuando alguien recuerda por qué importaba en primer lugar. Lo que Josh Kesselman, Matt Stang, Javier Hasse y el resto del equipo están intentando no es simplemente revivir una revista, sino demostrar que en un mundo donde todo se vende, todavía es posible elegir lo que no tiene precio.
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