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El miedo a las redadas ronda por los campos de Oxnard

'No somos criminales, violadores, asesinos ni narcotraficantes sino quienes cultivamos la tierra para poner alimentos en las mesas', dicen

Trabajadores agrícolas viven con miedo a ser arrestados en una redada migratoria.

Trabajadores agrícolas viven con miedo a ser arrestados en una redada migratoria. Crédito: Araceli Martínez Ortega | Impremedia

A un mes de que agentes enmascarados fuertemente armados penetraran en los campos de Glass House Farms, una de las compañías más grandes de siembra legal de marihuana en Camarillo y Carpintería, los trabajadores inmigrantes viven en una angustia constante.

“Tenemos mucho miedo. El campo donde trabajamos está cerca de la oficina de migración y se pueden meter y llevarnos. Nosotros vimos pasar a las patrullas del ICE (Servicio de Migración y Aduanas) rumbo a La Tomatera. Iban acompañados por la Guardia”, dice un trabajador oaxaqueño que pide no ser identificado por su verdadero nombre, y ser llamado “Julio”.

“Con todo y miedo, nosotros no paramos de trabajar”, dice.

El 10 de julio se llevó a cabo la redada más grande que se recuerde en California en los años recientes, la cual condujo al arresto de 360 trabajadores y a la muerte de Jaime Alaniz, un trabajador que cayó del techo del invernadero de Glass House Farms en Camarillo, cuando intentaba escapar de los agentes de migración.

Trabajadores del campo en Oxnard temen ser arrestados por la Migra. (Araceli Martínez/La Opinión)

Muchos de los trabajadores detenidos vivían en Oxnard. Son indígenas de Oaxaca y Guerrero.

“A cuatro amigos míos los agarraron en La Tomatera en Camarillo”, dice Julio, quien vive en Oxnard con su esposa y sus cuatro hijos. 

Los trabajadores identifican al rancho de Glass House arrasado por los agentes de migración como La Tomatera, ya que además de marihuana legal se siembra o se sembraba tomate.

Julio tiene 40 años. Nació en San Martín Peras, cerca de las montañas en Oaxaca. Su primer idioma es el mixteco.

Hace casi 20 años que llegó a California. Él y su esposa trabajan juntos en la siembra de la fresa. Tiene cuatro hijos, dos niñas y dos niños. La mayor tiene 18 y el menor 12 años. Los menores nacieron en este país.

El temor a ser arrestado en una redada, hace que Julio se mantenga en constante comunicación con la organización MICOP (Mixteco Indígena Community Organizing Project).

“Le hablamos a Jorge (manager de organizadores de MICOP), y él nos ayuda a enterarnos de lo que está pasando. Esa es la única manera que tenemos de cuidarnos y averiguar por dónde anda la Migra”, dice Julio.

Pero también su esposa y él han empezado a platicar acerca de quién se quedaría con sus hijos, si los llegan a detener.

“Hay una señora que cuida a mis niños, siempre le digo que si nos pasa algo, se encargue de ellos. No me da miedo regresar a Oaxaca. Me preocupo por mis hijos. La escuela está muy retirada. Hay que caminar  una hora y todos los días llueve. Llueve mucho. Caen rayos y puede pasar algo”.

Los trabajadores del campo de Oxnard en su gran mayoría son indígenas de Oaxaca, Guerrero y Michoacán, México. (Araceli Martínez/La Opinión)

Julio dice que su esposa vive con pánico.

“Dice que algún día nos va a tocar a nosotros como les pasa a los otros que arrestan. Es muy triste. Me da mucha tristeza todo esto”, dice Julio.

Un miedo compartido

Félix Vázquez López es un trabajador mixteco de 42 años, padre de cuatro hijos de 18, 17, 16 y 15 años nacidos en California. 

Al principio de la actual administración reconoce que pensó que Trump sería un mejor presidente y que hasta les daría un permiso de trabajo a los trabajadores del campo.

“La cosa se puso fea. Todo el tiempo andamos con miedo. No sabemos quién nos está esperando a la salida de la casa. En la mañana que salimos está oscuro. No sabemos de dónde van a salir. No sabemos si se nos cruza un cazarecompensas ni cómo identificarlo”, dice .

“Si vamos a las tiendas a comprar comida, regresamos y ya no salimos”. 

Félix, quien emigró de San Miguel de las Peras, Oaxaca, dice que para protegerse de la Migra, su esposa y él platican, que estaría bien que trabajaran en diferentes ranchos.

“Trabajamos en el mismo rancho en la fresa. Nos vamos y regresamos junto al trabajo en el mismo carro. Si nos agarran, nos van a llevar a los dos, y entonces quién se va a quedar con los niños”, dice.

Y comenta que a partir de que se autorizaron las licencias de manejo para los trabajadores indocumentados en California se acabaron los raiteros, las personas que se ganaban la vida llevando y trayendo trabajadores a los campos.

“Ahora con la licencia de manejo, cada quien agarro carro, y nadie quiere dar raite”.

Félix Vázquez, un trabajador del campo, dice que ellos no son delincuentes. (Araceli Martínez/La Opinión)

Jorge Toledano, manager de organizadores comunitarios del Mixteco/Indígena Community Organizing Project (MICOP) dice que con el presidente Trump no se sabe porque todo depende de cómo amanezca. 

“Un día puede decir una cosa, otro día, pide que ‘no toquen a los trabajadores del campo’, pero hacen redadas en las tiendas, panaderías, en lugares donde la gente va a comprar sus cosas. Los que compran son los que trabajan en el campo. Los del ICE no van al campo, pero sí a donde los trabajadores vamos a comprar”.

El 80% de la población de Oxnard trabaja en los campos, el 50% son indígenas de Oaxaca y Guerrero, mixtecos y zapotecos. En Santa Paula, una ciudad en el condado de Ventura, a unos 20 minutos manejando desde Oxnard, están los purepechas, indígenas del estado de Michoacán, México.

“Hasta cierto punto está tranquilo. Los activistas tenemos una red que monitorea a la Migra. Como han estado operando es que a quienes tienen una orden de deportación, los esperan afuera de su casa; o si vas a las Corte en Ventura, ahí te agarran”.

La primera embestida del ICE la sufrieron el 10 de junio cuando entraron a los campos de fresa y a unas bodegas de productos agrícolas en Oxnard.

“Ese día los campesinos llamaron a MICOP para preguntar si andaban agarrando a cualquier gente, yo dije que no, pero cuando entraron a los campos el 10 de junio, me preocupé por haber quedado mal”.

Cuenta que mucha gente decía que si fue una redada. 

“Tuvimos que decir que no fue una redada, sino que se llevaron a unas personas que andaba buscando”.

En esa ocasión, agentes del ICE visitaron alrededor de nueve ranchos en el área de Oxnard, pero como no tenían orden de cateo no pudieron entrar. Algunos activistas estiman que arrestaron alrededor de 35 inmigrantes en las calles aledañas.

Para Jorge, eso fue la antesala de lo que vendría un mes después, el 10 de julio en Glass House Farms.

Una luz en la oscuridad

Los trabajadores agrícolas de Oxnard temen a una redada en los campos. (Araceli Martínez/La Opinión)

Ante este infierno que viven los trabajadores agrícolas, la MICOP se ha convertido en la luz en la oscuridad.

“Cualquier cosa que pasa, ya sea que no les paguen, si los corrieron, si pasa un crimen, aquí todo se reporta y llegan los trabajadores a informarse sobre sus derechos”, dice Jorge.

Como respuesta al miedo creciente, la MICOB los está educando a los trabajadores del campo sobre los derechos como migrantes.

“Los ayudamos a llenar un plan familiar para que platiquen con sus parejas y decidan con quién van a dejar a sus hijos en caso de una detención; y cuando regresen a clases, queremos que actualicen sus datos en las escuelas”.

Jorge dice que el denominador común en la comunidad de trabajadores del campo en Oxnard, es el estado de zozobra y sobresalto con el que viven el día a día. 

“Hay gente que no quiere salir de su casa, para los afectados en Glass House y la redada del 10 de junio, tenemos despensas”. 

Dice que en MICOP cuentan con intérpretes para ayudar en la defensa de los detenidos.

“Tenemos a una persona detenida que solo habla mixteco, y su abogado ocupa que lo interprete”.

Jorge dice que ante el clima de terror, es duro dar un mensaje de aliento, ya que sobra decir que deben cuidarse y conocer sus derechos.

“Solo les pedimos que tengan fuerza, valor porque nuestros campesinos son unos valientes que están luchando y  haciendo grande a este país. Les decimos que si hay oportunidad de contar sus historias, que hablen, aunque sabemos que el miedo es fuerte y solo la necesidad hace que salgan a trabajar”.

Julio admite que conocer sus derechos y la información, lo hace sentirse más fuerte, pero no le quita el susto.

Félix dice que con ese pavor a ser detenidos, se van a trabajar, pero siempre al pendiente de los movimientos del ICE  por medio de la Radio Indígena de MICOP o en el Facebook.

“No nos queda de otra. Si nos quedamos en la casa, no tenemos dinero para la renta, ni para la comida”.

Dice que le da cierta tranquilidad, que su hija mayor, ya tiene 18 años.

“Ellos ya saben que si nosotros llegáramos a faltar, pueden buscar ayuda y cuidarse entre ellos”.

Félix Vázquez dice que conocer sus derechos lo hace sentir más fuerte. (Araceli Martínez/La Opinión)

No son criminales

Félix dice que si tuviera en frente a Trump, le diría que no son criminales, violadores, asesinos ni narcotraficantes.

“Lo invitaría a darse una vuelta por Oxnard, para que vengan a mirar cómo estamos trabajando; día que llueve, ahí andamos; día que cae nieve, ahí estamos; esté como esté el día, andamos levantando la cosecha”. 

Y cuándo no estemos nosotros, quién va a cultivar la tierra, pregunta.

“Algunos ciudadanos estadounidenses dicen que le quitamos su trabajo, pero desde que llegué a Oxnard hace más de 20 años, no he visto americanos trabajando en el campo, piscando fresa, cortando el apio o la lechuga. 

Nosotros no somos todo lo que el presidente dice. No somos asesinos, narcotraficantes, criminales. Nada de eso. Solo queremos trabajar y que nos apoye para levantar la cosecha que llega a su mesa”.

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