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China puede estar muy cerca de lograr que sus aviones de combate sean completamente invisibles a los radares

Un nuevo recubrimiento de grafeno desarrollado por científicos chinos promete hacer que los aviones sean completamente invisibles

Si él nuevo recubrimiento logra superar las pruebas con éxito China estaría cada vez más cerca de lograr fabricar aviones invisibles

Si él nuevo recubrimiento logra superar las pruebas con éxito China estaría cada vez más cerca de lograr fabricar aviones invisibles Crédito: AP

Científicos chinos han presentado un recubrimiento ultrafino y flexible basado en grafeno que absorbe ondas de radar con una eficacia notable y soporta temperaturas extremas, un salto que podría adelantar a China en la carrera por los aviones “invisibles” frente a Estados Unidos. 

El material, publicado en Advanced Materials y desarrollado por un equipo universitario chino, promete reducir la señal reflejada hasta −42 dB sin penalizar peso ni estructura, algo clave para operar en cazas modernos a alta velocidad y con estrés térmico severo.

Qué descubrieron y por qué importa

El avance se centra en una metasuperficie de grafeno sobre tela de sílice (G@SF), diseñada para actuar como recubrimiento absorbente de radar, pero con tres atributos difíciles de combinar: flexibilidad, ligereza y resistencia térmica sostenida hasta 1.000 °C en vacío y estabilidad tras exposiciones a 600 °C en aire durante minutos. En pruebas de túnel de viento con flujos de hasta 200 m/s, el desempeño apenas cayó por debajo del 1%, y el patrón superficial y la resistencia de lámina no se alteraron, lo que sugiere robustez operativa para aeronaves sometidas a calor y fricción intensos. Según los autores, la integración directa en la capa aislante del fuselaje permitiría una caída de eco radar de hasta −42 dB, una cifra que, si se valida en vuelo, sería un golpe directo a los radares sin sacrificar mantenimiento ni aerodinámica.

Cómo funciona la nueva tecnología

La base es una tela de sílice recubierta con grafeno por deposición química de vapor y “escrita” con láser para crear un patrón fino que ajusta su impedancia eléctrica, afinando así la interacción con las ondas electromagnéticas del radar. 

Ese patrón controlado permite una resistencia de hoja regulable entre 50 y 5.000 ohmios, de modo que el recubrimiento puede sintonizarse para absorber eficientemente frecuencias específicas sin aumentar el grosor, algo crítico para no lastar al avión ni comprometer paneles, bordes y compuertas. A diferencia de recubrimientos tradicionales que requieren capas más gruesas o mezclas complejas, esta metasuperficie trabaja como un “sumidero” de energía radar que convierte la onda incidente en calor con mínimas pérdidas estructurales y de masa.

En cazas estadounidenses como F-22 y F-35, los recubrimientos absorbentes son eficaces, pero caros y exigentes en mantenimiento, un talón de Aquiles operativo que puede aumentar tiempos en tierra y costos de ciclo de vida. 

China, por su parte, ha presumido estabilidad de recubrimientos en el J-20, aunque sin datos verificables públicos, por lo que la novedad aquí es un enfoque material que promete rendimiento alto y duradero con menos penalizaciones y sin rehacer el diseño del avión. 

Si el material mantiene en vuelo lo observado en laboratorio, solucionaría una limitación clásica: que lo furtivo funciona, pero se degrada rápido bajo calor, fricción y ciclos térmicos, justo lo que esta metasuperficie de grafeno sobre sílice declara resistir con holgura.

Ventaja estratégica y la carrera con Estados Unidos

La modernización militar de Pekín tiene horizonte oficial en 2035, y el desarrollo de materiales furtivos encaja con una estrategia de independencia tecnológica y superioridad industrial en defensa. Un recubrimiento estable, fino y adaptable que reduzca el eco radar sin elevar las cargas de mantenimiento sería ventaja operativa: más disponibilidad de flota, menos coste por hora de vuelo y libertad para aplicar sigilo en zonas problemáticas del fuselaje sin rediseños profundos. 

Aunque el laboratorio no equivale al cielo, el hecho de que las pruebas muestren estabilidad térmica y aerodinámica sugiere un camino más corto hacia prototipos en vuelo y, potencialmente, hacia integración en plataformas como cazas y drones de altas prestaciones.

El propio equipo reconoce que el gran filtro es el entorno real: vibraciones, lluvia, granizo, ciclos térmicos, mantenimiento de línea y exposición prolongada a combustibles y lubricantes. Además, la cifra de −42 dB debe validarse en escenarios de banda ancha y con geometrías complejas del fuselaje, donde las reflexiones especulares y difusas se mezclan y el ángulo de incidencia cambia constantemente. Si supera esas pruebas, la narrativa cambiaría de “buenos datos en banco” a capacidad operativa sostenida, un umbral que define quién lidera la próxima generación de sigilo aerotransportado.

China no solo busca “ser invisible”, busca serlo sin pagar el peaje del mantenimiento: sigilo más simple, robusto y barato es el verdadero cambio de juego. Falta el examen final en el cielo, pero el listón que plantea esta metasuperficie de grafeno es exactamente el tipo de innovación que redefine la competencia tecnológica militar.

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