Los hombres que esclavizó y exterminó el cartel Jalisco Nueva Generación con falsas promesas
Buscaban trabajo digno y encontraron una pesadilla...
A Luis (por cuestiones de seguridad se cambió su nombre) lo engancharon con la promesa de un trabajo como guardia de seguridad con un sueldo de 4.000 pesos semanales (unos 200 dólares). Luis contactó a quienes habrían sido sus patrones por medio de las páginas de la red social Facebook “Bolsa de trabajo GDL” y “Trabajos Guadalajara”. Allí una persona se puso en contacto con él y eventualmente le pidieron que se presentara a un entrenamiento a principios de 2017. No sabía que se trataba de gente del cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
El equipo de periodistas de Quinto Elemento y Adóndevanlosdesaparecidos publicó esta semana un reportaje titulado El Regreso del infierno; los desaparecidos que están vivos, en donde recogen el testimonio de Luis, familiares de desaparecidos como él y las carpetas de investigación de las autoridades, cuyo conjunto describe con gran profundidad la vida en los campamentos de entrenamiento y exterminio del CJNG en la sierra de Ahuisculco, también conocida como Navajas, en Jalisco.
En su primer día de trabajo Luis y otros cuatro más que acudieron a la cita fueron llevados a una casa de seguridad. Cuando vio a unas 38 personas en el suelo supo que algo no estaba bien. El lugar no era normal, había hombres armados con cuernos de chivo, rifles automáticos que unos simples guardias de seguridad no tendrían por qué tener, tampoco había muebles.
“Me di cuenta que había cruzado la línea de no regresar y que quizá pasaría algo malo, de hecho se percibía un olor extraño, se veía la mirada de tristeza y miseria en las personas”, contó Luis.
Entre la gente que se encontró había jornaleros, lavacoches, albañiles, desempleados, cargadores de mercancía en los mercados, expolicías y exmilitares y jóvenes que acababan de salir de centros de rehabilitación para tratarse por adicciones. Algunos de ellos estaban reportados como desaparecidos por sus familiares, como él.
Luis comprendió que para sobrevivir debía obedecer, ganarse su confianza y destacar. Había una jerarquía que se dividía entre nuevos, el eslabón más débil, seminuevos y viejos.
Los nuevos hacían ejercicio todo el día, los tenían vigilados y a diario los golpeaban. Si se portaban bien, les decían, les darían vacaciones. Era la prueba de fuego, si regresaban eran parte del grupo. Luis sólo esperaba que le dieran las mentadas vacaciones para escapar.
Cuando por fin llegaron las vacaciones, casi medio año después, Luis aprovechó mientras los demás bebían y fumaban la droga cristal en un hotel del poblado de Tala, para salir a la calle y coger un taxi. Tiempo después oyó en las noticias la historia de un hombre que había estado en un campo como él y quiso contar su historia, a pesar del peligro.
El 24 de julio de 2017 la policía del estado de Jalisco asaltó el campamento en el que había estado Luis. “Pónganse vergas porque vienen camionetas negras y blancas a peinar el cerro”, recuerda uno de las tres personas que fue rescatada ese día. Se oyeron disparos y corrieron hacia la parte baja del cerro para protegerse de las balas. Los policías terminaron por rodearlos y lo arrestaron.
En varios operativos durante ese mes, la policía detuvo a 15 personas y a tres de ellas las liberó porque al igual que Luis sus nombres aparecían en una lista de personas desaparecidas. En sus declaraciones contaron cómo habían ido en busca de trabajo y luego los habían secuestrado.
Mientras estuvo detenido, Luis atestiguó la barbarie con la que sus captores asesinaron a varios de sus compañeros, incluido un muchacho rubio, bajito y gordo que había llegado junto con él, se llamaba Ignacio y su familia también lo estaba buscando. A Ignacio como a Luis y a unas 50 personas que estaban ahí le habían ofrecido su libertad. Pero era una trampa. A los que dijeron que se querían ir los pusieron a pelear todos contra todos. Los que se caían, los mataban a balazos ahí mismo. Al final los mataron a todos, a los 15 que habían levantado la mano.
Luis escapó para sobrevivir y para que los familiares de la gente que vio morir no tuvieran que buscar más a su ser querido.
“Mi objetivo al salir de allá arriba era tratar de brindar paz y tranquilidad a aquellas personas que no han encontrado a sus seres queridos, son a los que yo vi calcinar y nadie de sus familiares se dieron cuenta cómo murieron y cómo desaparecieron. Entonces voy a arriesgarme a contar mi historia”, dijo Luis durante su entrevista a Quinto Elemento.
Más de 40.000 personas se encuentran desaparecidas en México, según las denuncias que se han hecho.