Latina describe los momentos de terror que vivió durante los disturbios raciales
“Mi hermano y yo veíamos televisión cuando se dio el veredicto y dejaron a los policías sin ninguna sentencia”, recuerda Aurea Montes Rodríguez
Aurea Montes Rodríguez, vicepresidenta ejecutiva de Community Coalition recuerda vívidamente los sucesos de abril de 1992 que marcaron su destino como activista social.
Ella vivía en Compton. Era estudiante del grado 11 en la secundaria en Roosevelt High School a donde viajaba diariamente en autobús.
“Mi hermano y yo veíamos televisión cuando se dio el veredicto y dejaron a los policías sin ninguna sentencia”, recuerda. “No lo podía creer; todos habíamos visto la paliza que le dieron a Rodney King”.
Aurea creció en el sur centro de Los Ángeles y su familia tuvo dificultades para pagar la renta, de modo que se mudaron a Compton con un familiar que convirtió el garaje en una vivienda para ellos.
Ella tenía 16 años, pero si quería ir a la universidad, el compromiso era ir a un programa escuela Magnet, según el consejo de sus maestros de la escuela Carver Intermediate School.
Aquel 29 de abril de 1992, el director de la secundaria Roosevelt High School informó a todos los estudiantes que usaban el autobús que se había declarado un estado de emergencia en la ciudad y tendrían que apurarse para transportarse de regreso a casa.
“Nos dejaron salir temprano”, rememora. “Pasamos el Este de Los Ángeles, Huntington Park, pero cuando llegamos a la esquina de Imperial Highway y Long Beach Boulevard [en Lynwood] al chofer no lo dejaron avanzar más”.
Todos los estudiantes debieron bajar del autobús. Ella era una de quienes vivían más lejos. Le tocó caminar tres millas para llegar a su casa.
“Todo ocurrió tan rápido…, miraba los negocios, los autos y un swap-meet que se estaban quemando”, explica. “Veía a la gente con sus mangueras de agua regando los techos de sus negocios para que no se quemaran”.
Los momentos de terror la invadían.
“Vi a gente que apuntaba con sus pistolas desde lo alto de los techos de sus negocios a quienes querían entrar a saquear”, dice. “Es un mito que solo fueron afroamericanos; también los latinos se dedicaron al saqueo”.
Ya en casa, decidió salir con su hermano Abraham a ver lo que estaba pasando en las calles.
“En una tienda Top Value cercana a su casa, la gente robaba pañales para bebé y comida, y la policía ni los bomberos intervenían para apagar los incendios”, informa. “Pero cuando vimos que bajaron a un señor de su automóvil, nos regresamos rápido a la casa…sentimos temor de que estábamos en peligro”.
Ambos fueron reprendidos por su madre, pero Aurea señala que esos momentos “era un tiempo de crisis para nuestra comunidad”.
Coincidió que ella había sido seleccionada para un viaje a Washington, donde iría a la Casa Blanca, conocería el Capitolio y el edificio de la Suprema Corte; mientras en Los Ángeles había llegado la Guardia Nacional.
“Como estaba el toque de queda nadie podía salir a las calles a determinada hora y mi viaje estaba planeado temprano, así que mi papa tuvo que pedirles permiso para que me llevara al aeropuerto, antes de las 6 de la mañana”, recuerda.
Era la primera vez que Aurea salía de su vecindario.
En Washington, otros estudiantes supieron que ella provenía del Este de Los Ángeles y en pláticas que sostuvo con algunos, entendió la falta de comprensión de otras personas sobre lo que sucedía.
“¡Cómo es posible que estén quemando su propia comunidad!, decían sorprendidos”, era uno de los comentarios.
“Ahí me di cuenta de que yo representaba a la comunidad negra y latina y que ellos nos veían como si valiéramos menos como personas en nuestro propio país”, agrega.
“En mi experiencia y en el contexto de una niña joven e inmigrante del sur centro, me di cuenta de que mi mundo era pequeño”.
La violencia se detuvo cuando lideres rivales de las pandillas Bloods y Crips se reunieron para hacer un llamado a sus partidarios a parar el caos.
“Ellos también temían que las familias de nuestras comunidades resultaran perjudicadas”, afirma Aurea. “El levantamiento fue por la frustración contra la policía y las cortes que nunca habían traído justicia por la violencia policíaca y que siempre teníamos que soportar”.
Agrega que “la agresión a una persona de color como Rodney King fue y es como una agresión contra todos; el abuso contra los latinos también siempre ha existido”.
Aurea reconoce que la respuesta de las comunidades minoritarias resultó muy costosa.
“Lo que he aprendido en 30 años es que, para los líderes políticos es muy fácil culpar y cargar la responsabilidad de lo que sucedió a la propia comunidad”, afirma Aurea.
Agrega que es importante entender que el levantamiento de 1992 fue para pedir justicia. Fue el resultado de la falta de inversión pública y privada por décadas en nuestras comunidades como el sur centro y este de Los Ángeles.
“Si a esa falta de equidad le agregas un Departamento de Policía de Los Ángeles que es represivo y agrede a la gente, entonces ahí tienes la receta perfecta para los disturbios que hubo en 1992”.
“Todavía vivimos bajo un racismo sistémico”: Concejal Marqueece Harris-Dawson
El concejal por el distrito 8 de Los Ángeles, Marqueece Harris-Dawson, de 51 años, quien representa la zona donde comenzaron los disturbios raciales de 1992, estaba en la universidad y afirma que, en el olor de los incendios, recuerda “la ira y la decepción que todos tenían”.
“Y recuerdo que fue un momento en el que mucha gente de mi edad, y especialmente gente más joven que yo, empezó a pensar en la historia de antes y después de los disturbios”, dice.
Harris-Dawson considera que, tres décadas después de aquellos días en que la ciudad de Los Ángeles fue prendida en llamas, en cuanto a la justicia actual hay muchas maneras en las que se está haciendo mejor las cosas y el trabajo de muchas personas ha valido la pena.
“Creo que ciertamente la condena de George Floyd es un ejemplo [de justicia]; con Rodney King, los oficiales no fueron condenados. En el caso de George Floyd, fueron condenados por primera vez, creo, a causa de un movimiento y porque la demanda de justicia es más fuerte ahora más que nunca”.
Agrega que la gente está muy impaciente por obtener la justicia que necesita. Así que cree que con cualquier cosa que no sea la libertad total, nunca uno será suficiente, y no debería ser suficiente.
Harris-Dawson subraya “que todavía vivimos bajo un racismo sistémico. Todavía vivimos en un país donde la gente coquetea con la supremacía blanca, y mientras ese sea el caso, nunca se sentirá bien”.
Son tres décadas, enfatiza el Concejal, en las cuales la misma sociedad y, particularmente las comunidades minoritarias, afroamericana y latina han visto mucha gente asesinada a manos de las fuerzas del orden.
“Eso sigue siendo un gran problema no solo en Los Ángeles, sino en todo el país”, precisa el funcionario. “Así que creo que tenemos que seguir insistiendo en todo eso”.
Lección para activistas
En la historia paralela de Rodney King y George Floyd, un video determinó la realidad de lo sucedido.
La diferencia, sin embargo, fue que las protestas en el primer caso sucedieron después de un veredicto de no culpabilidad de los policías, y, en el caso de Floyd, la respuesta fue inmediata.
“Aprendimos una lección como activistas; sabemos que existe el peligro de injusticia si no salimos a las calles; ha habido un gran cambio, ahora, todo el mundo tiene un teléfono con cámaras [de video] en las manos”, indica Harris-Dawson.
“Ahora podemos ver desde Ucrania hasta lo que pasa en Medio Oriente, desde las calles de Minneapolis y Los Ángeles, y eso nos da una gran ventana para saber lo que está sucediendo en nuestras calles y nos permite reaccionar de inmediato”.
Harris Dawson fue activista de Community Coalition, la organización que ayudó a fundar la congresista Karen Bass, hoy candidata a la alcaldía de Los Ángeles.
El concejal Harris-Dawson asegura que una de las cosas que se tienen que aprender de los disturbios raciales ‘es creer en las victimas’.
Finalizó diciendo que durante toda mi vida, la gente ha hablado de incidentes como el de Rodney King; que sucedieron en cámara y son innegables.
“Creo que habríamos avanzado mucho si hubiéramos tomado una posición de investigar y descubrir si hay acusaciones consistentes de lo que está pasando y descubrir cómo hacer mejor las cosas”.