“Somos gente de Los Chapos”: El Cártel de Sinaloa también secuestra migrantes en el norte de México
Un grupo de migrantes secuestrados en el estado de Sonora reveló que los hombres que los retuvieron se identificaron como gente del Cártel de Sinaloa, pese a que portaban uniformes similares a los de la policía
Las organizaciones criminales más grandes y peligrosas de México no solo se expanden territorialmente, también lo hacen con los ilícitos que cometen para incrementar sus ganancias, y en los migrantes que atraviesan el territorio mexicano para llegar a Estados Unidos han encontrado una mina de oro, aprovechándose de su necesidad. Uno de los cárteles que se dedica al secuestro de ellos es el de Sinaloa.
Las personas salen de sus países de origen dejando todo atrás con la esperanza de tener una vida mejor, enfrentan decenas de dificultades para lograr el sueño americano, pero en su camino muchos de ellos se topan con la maldad que asola a México y sus ejecutores: los sicarios, quienes entre otros crímenes, los secuestran, tal como ocurrió el pasado 6 de mayo en el estado de Sonora.
De acuerdo con el semanario Zeta, la calma en la que viajaba una caravana migrante en un trayecto carretero sólo era interrumpida por algunas conversaciones breves del conductor del chofer, limitándose a decir: “Sí, allá vamos. Sí, aquí estamos”. Hoy, las víctimas sospechan que se trataba de claves que advertían lo que vendría.
Relataron que, en medio de la noche, varias camionetas de color blanco le salieron al paso al conductor de la unidad, quien se orilló a un costado de la vialidad, permitiendo el ascenso de los ocupantes.
Al camión en el que viajaban subieron personas uniformadas y encapuchadas, parecía que realizaban una revisión de rutina, pues pedían identificaciones. Pedían a quienes no eran mexicanos descender de la unidad para ser sometidos a una inspección minuciosa.
Hicieron lo que se les solicitó, pues los uniformes de las personas eran exactamente iguales a los de los policías, pero una vez que dejaron el camión, ellos se despegaron los escudos y comenzaron a hablar.
“Somos gente de Los Chapos”, dijo el encargado, pero les brindó confianza al decir que si hacían todo lo que se les pediría, podrían llegar a Estados Unidos.
Al ver que no tenían otra opción, los migrantes abordaron las unidades blancas y fueron trasladados hasta una casa de seguridad ubicada en San Luis Río Colorado, Sonora, no sin antes quitarles todo el dinero, objetos de valor y documentos que llevaban consigo.
En ese inmueble había otro grupo de personas de nacionalidades, edades y géneros. Todos estaban hacinados, obligados a compartir techo y baño. Llegaron nuevos miembros, y con ellos la tensión, pues se creía que habían avisado a las autoridades y fueron amenazados con la mutilación de sus manos.
Ese 6 de mayo un fuerte operativo de seguridad logró liberar a 133 migrantes retenidos, quienes contaron que los criminales exigieron a sus familias 2,500 dólares, y por las embarazadas pedían el doble.
Cinco criminales fueron detenidos, dos originarios de Honduras y tres más de Nacozari y Hermosillo, Sonora.
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