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Inmigrante cubano cuenta cómo fueron sus primeras horas en México tras ser deportado: “¿Y ahora qué hago aquí?”

Tras ser deportado de EE.UU., un cubano llegó a México sin rumbo. Desde Cancún intenta reconstruir su vida lejos de su esposa y sus hijos

El inmigrante se presentó el 8 de julio en las oficinas de ICE en Miramar, Florida, de las que solo salió para convertirse en uno de los primeros reclusos de Alligator Alcatraz.

El inmigrante se presentó el 8 de julio en las oficinas de ICE en Miramar, Florida, de las que solo salió para convertirse en uno de los primeros reclusos de Alligator Alcatraz. Crédito: Mark Avery | AP

Pedro Lorenzo Concepción, un inmigrante cubano que fue deportado a México, llegó al terminal de buses ADO, en Cancún, literalmente sin saber qué hacer. Su país natal se había negado a recibirlo, algo que agradeció después, y México se convirtió en su inesperado destino.

El hombre compró un teléfono en una gasolinera y llamó a su esposa en Florida. “¿Y qué hago yo ahora aquí?”, le preguntó con voz temblorosa, sin poder imaginar cómo recomenzar su vida.

Según describe un reporte del diario El País, Pedro vestía la misma ropa con la que se había presentado dos meses antes en las oficinas del ICE en Miramar, Florida: pantalón negro, pulóver negro, gorra y unos tenis sin cordones. Lo habían liberado del centro de detención Alligator Alcatraz, un sitio que describe como “la pesadilla de cualquier migrante”.

Las primeras horas del inmigrante cubano, deportado a México desde EE.UU.

Pedro caminó sin rumbo por Cancún, sintiéndose perdido, pero el destino lo cruzó con un rostro familiar: Gustavo, un viejo compañero de prisión en Florida que también había sido deportado. “Nos miramos y no podíamos creerlo. Era como ver a un fantasma del pasado”, recuerda.

Junto a Gustavo y otro conocido, Ernesto, con quien había compartido días de huelga de hambre en el centro de detención, Pedro comenzó a reconstruir su entorno.

Se hospedó temporalmente en el hotel Parador, donde una camarera le ofreció lavar su ropa y recibir dinero enviado por su esposa, Daimarys. Durante esos días apenas salía de su habitación. “Lo más difícil en libertad ha sido dormir. A veces extiendo la mano buscando a mi esposa”, confesó.

Tres días después consiguió un pequeño apartamento con terraza, cocina y baño por 7,000 pesos mexicanos al mes. Su esposa, desde Florida, asumió los gastos con ayuda de familiares, mientras él espera obtener documentos para trabajar legalmente.

“Soy como un fantasma”

Su esposa Daimarys, con profundo dolor, tuvo que empacar la ropa de Pedro para enviársela. Entre lo que le mandó, incluyó una camisa que él usó en el cumpleaños de su hijo mayor, una prenda que ya no le queda, pero que quiere conservar como símbolo de su hogar.

A pesar de la distancia, Pedro contó que hablan más de quince veces al día, coordinando detalles de la casa, los hijos y hasta de los cuatro perros que aún viven en Florida.

Los niños, sin embargo, todavía no comprenden la situación. “Uno de ellos me dijo: ‘Si ya soltaron a papi, ¿por qué no viene?’. Le expliqué que no puede regresar. Y él respondió: ‘Entonces que venga y no salga de la casa’”, contó la madre.

Pedro, por su parte, trata de adaptarse en México. “Soy como un fantasma. No acepto todavía la realidad que estoy viviendo. Estuve 20 años en Estados Unidos y ahora tengo que empezar de cero. No quería separarme de mi familia”, expresó con resignación.

Aunque las autoridades mexicanas le dieron solo 30 días para solicitar refugio, Pedro intenta mantener la esperanza: trabajar, regularizar su situación y reencontrarse algún día con su esposa e hijos. Daimarys también se aferra a esa promesa: “Cuando los niños crezcan, me iré a México. Mi retiro va a ser en Cancún”.

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