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El “Área 51” de China sale de las sombras: así es la base en el desierto donde Pekín oculta sus armas de última generación

China está desarrollando en secreto un nuevo avión de última generación con el que desea lograr superioridad aérea frente a occidente y a Estados Unidos

China trabaja sin descanso en la próxima generación de aviones de combate que le permita obtener superioridad aérea en una potencial guerra

China trabaja sin descanso en la próxima generación de aviones de combate que le permita obtener superioridad aérea en una potencial guerra Crédito: Ng Han Guan | AP

En medio de la nada, entre las dunas de Lop Nur, China ha levantado un complejo secreto que ya no esconde solo pruebas nucleares. Imágenes satelitales revelan una pista gigante, hangares blindados y prototipos futuristas que confirman los peores temores de Occidente: Pekín tiene su propia versión del Área 51 para fabricar la guerra del futuro.

Si eres fan de las conspiraciones o simplemente te apasiona la tecnología militar, seguramente el nombre “Área 51” te evoque imágenes de hangares en el desierto de Nevada y aviones negros que no deberían existir. Pues bien, actualiza tu mapa mental, porque el nuevo epicentro del misterio global ya no está en Estados Unidos. Se encuentra a miles de kilómetros, en una región árida y hostil de la provincia china de Xinjiang conocida como Lop Nur. Y lo que está pasando allí ha dejado de ser un rumor para convertirse en una realidad captada desde el espacio. ​

Lop Nur no es un sitio cualquiera. Históricamente, fue el “patio trasero” donde China detonó sus primeras bombas atómicas. Pero en los últimos meses, este rincón olvidado del mundo ha cobrado una vida nueva y mucho más sofisticada. Analistas de inteligencia han detectado una actividad frenética en una base que, por su aislamiento y propósito, es el gemelo perfecto del Área 51. ¿Su misión? Ocultar, probar y perfeccionar el arsenal aéreo que pretende destronar a la fuerza aérea estadounidense. 

Pistas gigantes y aviones que “no existen”

Lo que hace saltar todas las alarmas no es solo la ubicación, sino lo que hay aparcado en ella. Las imágenes de satélite muestran una pista de aterrizaje triangular de más de 5 kilómetros de largo, una monstruosidad de asfalto diseñada para aeronaves que necesitan mucho espacio para despegar… o para regresar del espacio. Al igual que en Groom Lake (el nombre real del Área 51), esta infraestructura desproporcionada sugiere que se están probando vehículos hipersónicos o aviones espaciales que operan al límite de la atmósfera. 

Pero la verdadera “pistola humeante” apareció hace poco bajo el sol del desierto. Aparcados sin demasiados miramientos, los satélites cazaron a dos de los secretos mejor guardados de Pekín: el caza de sexta generación X-36 y el super dron furtivo GJ-11. Verlos juntos en esta base remota confirma que Lop Nur se ha convertido en el laboratorio donde China integra sus “juguetes” más peligrosos lejos de los ojos curiosos de las ciudades costeras. 

¿Por qué enseñar lo que debería ser secreto?

Aquí es donde la historia se pone interesante. El Área 51 americana se hizo famosa porque el gobierno negaba su existencia mientras los locales veían luces extrañas. China, en cambio, parece estar jugando a un juego psicológico diferente. Dejar estos prototipos al aire libre cuando sabes que los satélites espía te vigilan no es un descuido: es un mensaje

Al exponer el X-36 —un avión sin cola que parece una nave alienígena— y al dron “ala volante” GJ-11 en la misma plataforma, Pekín está diciendo: “Tenemos la tecnología, tenemos la base y estamos listos”. Es una forma de disuasión visual. Ya no necesitan desfiles en la Plaza de Tiananmen; les basta con dejar que Google Maps actualice sus fotos para que el Pentágono se ponga nervioso.

Un ecosistema de combate nacido en el desierto

Lo que se está cocinando en Lop Nur va más allá de probar si un avión vuela. Esta “Área 51 oriental” parece ser el centro neurálgico donde se entrena la guerra de enjambres. Los expertos creen que allí se están validando las tácticas de “Loyal Wingman”, donde el caza X-36 actúa como un cerebro volante que dirige a escuadrones de drones GJ-11. 

Este tipo de maniobras complejas requieren un espacio aéreo totalmente restringido y libre de interferencias electrónicas, algo que solo un desierto vacío puede ofrecer. Así como Nevada vio nacer al avión espía U-2 y al furtivo F-117, Xinjiang está viendo nacer a una generación de máquinas autónomas diseñadas para anular la ventaja tecnológica de Occidente. 

Mientras el mundo sigue mirando hacia el Área 51 esperando ver ovnis, la verdadera acción se ha trasladado al este. Lop Nur ya no es un relicario nuclear; es la forja de la próxima hegemonía aérea. Y a diferencia de las películas, aquí no hay alienígenas, solo una potencia mundial decidida a ganar la carrera tecnológica antes de que nadie se dé cuenta de que ya ha empezado.

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