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Padre es arrestado por la Migra cuando regresaba a México para sepultar a su hijo

Narra a La Opinión la tragedia que vivió al ser detenido en el autobús en San Ysidro

Leonel Salazar junto a su esposa  Claudia Paulina y su hijo Gael.

Leonel Salazar junto a su esposa Claudia Paulina y su hijo Gael. Crédito: Leonel Salazar | Cortesía

Cuando a Leonel Salazar le avisaron que su único hijo de 11 años había fallecido, víctima de un atropellamiento en Guanajuato, México, no quiso saber más, tomó un autobús en Fresno, California, con rumbo a Tijuana para abordar desde ahí un avión que le permitiera darle el último adiós a su niño.

Con lo que no contaba, era con que a unos cuantos pasos de cruzar a México, los agentes de la Patrulla Fronteriza se iban a subir al autobús y a pedir a todos los pasajeros sus documentos para verificar su estatus migratorio.

“Cuando pierdes a un hijo, estás tan mal en todos los sentidos que crees que ya nada peor puede pasar, pero lo de Migración me hizo sentir más destrozado porque lo único que yo quería era llegar a mi destino para abrazar a mi hijo y despedirlo”, dice Leonel, en una entrevista con La Opinión, vía telefónica desde México.

“Todos en el autobús traían sus papeles. Yo era el único indocumentado. Me identifiqué como mi credencial mexicana de elector”, dice Leonel de 38 años.

Gael Salazar de 11 años. (Cortesía Claudia Paulina)

Por más que les explicó que él ya se iba para México porque su hijo acababa de morir y quería estar en su funeral, se topó con una fría pared, a los oficiales de migración eso no los perturbó.

“Mostraron cero empatía. Hablaba con unos, con otros. Les enseñé las fotos que me había enviado mi esposa, mi hijo en la caja, la copia del acta de defunción y otras pruebas de que mi niño estaba tendido, pero no le dieron importancia. Me trajeron de un lado a otro hasta que me llevaron a un centro de detención en San Diego”.

Hace dos años y medio, Leonel dejó Guanajuato, México, en busca de una vida mejor para su esposa y su hijo, y llegó a trabajar a la ciudad de Kerman, en el condado de Fresno, California.

“Mi esposa, mi hijo y yo éramos felices en México. Pero me fui a Estados Unidos porque quería construirles una casa más grande. Me sentía mal porque teníamos un hogar pequeño, y deseaba cumplir esa meta”.

En Kerman, Leonel encontró empleo en una lechería, alimentando al ganado y ordeñando vacas. Su vida fue trabajar duro para mandar dinero a su familia hasta el 11 de junio, el día aciago en el que su hijo encontró la muerte embestido por un carro.

“Era un día normal cuando me avisaron lo que había pasado con mi hijo, Gael Salazar Ornelas. Creo que salí ese mismo día de emergencia. Tomé el autobús en Fresno y el viaje iba bien. Eran como las siete u ocho de la noche cuando, ya en el camión en fila para entrar a México, subieron los oficiales de migración a revisar documentos para saber si estábamos legalmente en Estados Unidos”.

Debido a que el era el único sin estatus migratorio, lo bajaron del autobús y lo detuvieron.

“Antes de que me quitaran el teléfono, alcancé a llamar a mi esposa para decirle que me había agarrado Migración”.

El mundo se le cerró con su arresto.

“Imagínense el dolor que yo ya traía por la pérdida de mi hijo, y este se me disparó al pensar que no iba a llegar a despedirlo”.

Gael Salazar con un amiguito en México. (Foto Cortesía de Karina Paulina)

En el Centro de Detención de San Diego se encontró con muchos inmigrantes que había sido detenidos por la Migra en los camiones cuando iban de regreso a México por voluntad propia.

Y cuando menos lo esperaba, 24 horas después de haber sido puesto bajo custodia en San Diego, un oficial se le acercó para decirle que estaba de suerte.

“S’i quieres salir de emergencia, firma tu deportación voluntaria con un castigo para no entrar al país en 20 años’, me dijo el oficial”.

Leonel no lo pensó, firmó los papeles y lo trasladaron a México.

“Pienso que obró Dios para que me dejaran libre. Tenía compañeros en el Centro de Detención que los agarraron el mismo día, en otros camiones, y que pedían que los mandaran a México cuanto antes, pero los tenían encerrados con fecha de audiencia para ver un juez hasta dentro de un mes”.

El joven padre dijo que al verse libre en México, se sintió tranquilo y agradecido con Dios.

“A mi hijo no lo sepultaron el día que yo iba a llegar, con la esperanza de que me soltaran. Y lo logré: pude darle el último adiós y acompañar a mi esposa en ese momento tan difícil”.

Leonel comparte que, cuando le avisaron de la muerte de su hijo, sus compañeros de trabajo le decían que era mejor no ir a México, que ya no había nada por hacer y ponía en riesgo su estancia en Estados Unidos, donde tenía un buen trabajo para apoyar a su esposa. Pero Leonel no los escuchó.

Nunca me hubiera perdonado no haber dejado todo para acompañar a mi hijo en su sepelio. Habría sido muy mal padre si no hubiera regresado. Por más que me hubieran ofrecido millones de dólares, no me hubiera quedado. Cuando me enteré de lo que había pasado, no me importó nada, ni siquiera dejar atrás el sueño americano, solo quería correr a estar a su lado”.

Han pasado casi seis meses desde que perdió a su hijo y regresó a México. 

Leonel volvió a su oficio de herrero en Guanajuato. Trata de enfocarse en el trabajo para no pensar en que su único niño ya no está.

“Sin mi hijo, me siento vacío, sin sueños ni ilusiones. Soy como un muerto en vida. Cuando regreso a la casa después de trabajar, ver las fotos de mi hijo es como un castigo”, explica.

 Confiesa que le hubiera gustado poder regresar a Estados Unidos a trabajar, pero al final dice que “allá estamos por el dinero, y aquí tengo a mi esposa; y con la voluntad de Dios, aquí voy a estar mejor”.

A raíz de las redadas masivas emprendidas por la Administración Trump, muchos inmigrantes mexicanos están pensando en retornar a México. La pregunta más escuchada en las redes sociales es cómo hacer el viaje de regreso, sin que los agentes de migración los detengan y encierren durante meses en un centro de detención migratoria antes de deportarlos.

Los migrantes tienen miedo de ser detenidos y arrestados en los autobuses, carreteras y aeropuertos cuando han decidido abandonar los Estados Unidos.

Leonel dice que, antes que nada, aconsejaría a los inmigrantes que, si tienen un familiar o amigo en la frontera, lo orienten para ver si los agentes de migración están revisando o no el área.

“Mi recomendación es que, si viajan en autobús, se bajen antes de la garita de San Ysidro y hagan el cruce caminando”.

Mejor aún, aconseja que,, si alguien con residencia o ciudadanía los puede llevar en su camioneta a Tijuana, es más seguro.

“No aconsejo que viajen en avión porque es un riesgo mayor. Yo por eso quise irme en autobús, y nunca imaginé lo que iba a pasar”.

El asesor del Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE), Stephen Miller, declaró a finales de mayo a la cadena de noticias Fox que bajo el liderazgo del presidente Trump, buscan alcanzar una meta de mínimo 3,000 arrestos de inmigrantes indocumentados por día.

Añadió que Trump “seguirá presionando para que esa cifra aumente cada día”.

Sin embargo, en un documento judicial, los abogados que representan al Departamento de Justicia de Estados Unidos afirmaron que el Departamento de Seguridad Nacional había confirmado que “ni la dirección del ICE, ni sus oficinas regionales han recibido instrucciones de cumplir con ninguna cuota o meta numérica de arrestos, detenciones, deportaciones, intervenciones sobre el terreno ni ninguna otra actividad operativa que el ICE o sus componentes lleven a cabo en el cumplimiento de la ley federal de inmigración”.

Como quiera que sea, el miedo a retornar a México y ser arrestados en el camino, es cosa de todos los días entre los inmigrantes que ya no quieren seguir en Estados Unidos.

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