Éxodo hondureño, exhausto, irá con Solalinde camino a La Villa
La Caravana Migrante llegará en los próximos días a la Basílica de Guadalupe
TAPANATEPEC .- El éxodo de hondureños y otros centroamericanos saldrá camino a Ixtepec, Oaxaca, donde será albergada por el sacerdote Alejandro Solalinde, fundador del albergue Nuestros Hermanos en el Camino, quien coordinará a partir de ahora la búsqueda de apoyo de autobuses para que la caravana avance “segura y digna” hacia la Basílica de Guadalupe.
“Yo voy a acompañar al flujo migratorio desde ahora, aunque tenga que hacerlo físicamente. Como intermediario con el nuevo gobierno, como sociedad civil, queremos que lleguen a La Villa, con apoyo de iglesias y capillas, donde seguirán en grupo hasta que les ofrezcan y les den papeles y ellos tomen la decisión de qué camino quieren tomar”, dijo en entrevista con este diario.
Desde su arribo a este municipio del estado de Oaxaca, frontera con Chiapas, los migrantes se encuentran visiblemente más cansados.
Tras dos semanas de viaje a pie desde San Pedro Sula, arrastran los pies al caminar, se tiran en los pisos de jardines y parques y en la iglesia de San Pedro Apóstol, la del pueblo, quemados de las plantas de los pies y el rostro; la espalda salpicada de manchas blancas: un hongo que han pescado en los ríos donde se bañan, según los médicos municipales.
“Estoy que no puedo”, dijo Amelia Rodríguez, una hondureña del departamento de Olancho que perdió frente al quiosco a su hijo de dos años, quien se mezcló entre la multitud cuando ella se quedó dormida.
Amamantaba al crió más pequeño cuando comenzó a sentir que los ojos se le cerraban lentamente. La cara caliente de fiebre. Fueron unos minutos y cuando abrió los párpados el pequeño no estaba. Corrió entre llantos hacia donde los coordinadores de la marcha tenían una bocina.
“Mi hijo, mi hijo, busquen a mi hijo”, dijo al hombre del micrófono. “Tiene una playera anaranjada y es así de chiquito”. El hombre repitió la descripción y pronto el bebé volvió a sus brazos. Rondaba cerca de la iglesia.
La Iglesia Católica tomó mucho más participación desde que entró a Oaxaca; en Chiapas, la ayuda se centralizó más entre el gobierno estatal, los municipios y la sociedad civil; pero una vez que cambiaron de demarcación los curas saltaron. Fredy Ernesto López, párroco local, aplaudió la civilidad con que se ha conducido la caravana de migrantes.
“Están tranquilos, van en paz, tienen hambre y lo mínimo que podemos hacer como hermanos es extenderles un plato de comida”, dijo mientras coordinaba la entrega de romeritos, camarones y frijoles.
Durante su visita una Tapanatepec, Solalinde advirtió que sin un desarrollo integral entre todos los países desde Centroamérica y América del Norte no será posible frenar el éxodo. Es un discurso que mantiene desde hace al menos una década, cuando fundó el albergue y lo repitió entre los hombres, mujeres y niños tirados en el piso, sudorosos, afiebrados, las piernas vendadas tras curaciones.
“Lo que falló a esta gente es el sistema capitalista neoliberal, que tronó. Y los gobiernos peleles de Juan Orlando Hernández (presidente de Honduras) y el mismo de aquí (México) no se preocupan por un desarrollo y los derechos sociales”, dijo mientras un paramédico pasó a su lado con una caja llena botellas de agua oxigenada y ungüentos.
Más tarde, ese paramédico, José Martínez, dijo que ya había atenido un caso de quemadura de tercer grado y al menos 60 de primero y segundo grado, además de diarreas y resfriados: un centenar.
Solalinde auguró que estas heridas pararán en la CDMX y confió, clamó, al pueblo mexicano, que los transporte:” La mayoría de la gente no sabe que la Ley de Migración dice que transportar a indocumentados por ayuda humanitaria no es delito y, por ese camino vamos a seguir. Le pedimos al gobierno saliente no estorbar”.