Células madre: la dramática muerte de Shauna Davison tras someterse a una terapia experimental
Haber tenido toda la información, quizás, hubiese cambiado las cosas
Shauna Davison, una adolescente británica, recibió un trasplante experimental en 2012 con la esperanza de prolongar su vida. Pero murió al cabo de dos semanas.
Su madre dice que le informaron antes de someterla al procedimiento de que dos pacientes habían sobrevivido a una operación similar, pero asegura que nunca mencionaron otros que habían muerto.
El trasplante en sí fue con células madre y Karen Davison, la madre de Shauna, cree que fue una víctima de esta tecnología experimental.
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Shauna nació con un pulmón, un paladar abierto y una grave afección cardiaca.
Pero a pesar de pasar su vida dentro y fuera del hospital, era una niña muy feliz.
“Su enfermedad nunca hizo que estuviera deprimida, siempre tenía una sonrisa en la cara”, asegura su madre.
Cuando tenía 12 semanas, los médicos vieron que tenía problemas con su tráquea. Era demasiado estrecha y cuando se obstruía, no podía respirar.
Le dieron 48 horas de vida.
Un cirujano de Leeds, en Inglaterra, fue al rescate.
El doctor David Crabbe advirtió que la operación podría no funcionar, pero logró reconstruir la tráquea de Shauna usando sus propias costillas.
La pequeña tuvo que estar en el hospital durante seis meses. Le colocaron una especie de anillo en la tráquea para lograr mantenerla abierta.
A lo largo de los años, y a medida que el cuerpo de Shauna crecía, los médicos tuvieron que dilatar los anillos para hacerlos más grandes.
Para ello necesitó someterse a una traqueotomía, una apertura en la parte delantera del cuello que la ayudase a respirar.
“Hubo momentos en los que pensamos que no sobreviviría”, recuerda Davison.
Ella misma tuvo que aprender cómo cambiarle el tubo de la traqueotomía a su hija, cómo funcionaba el respirador, ejercicios de fisioterapia que la ayudasen a mejorar la respiración, maniobras de reanimación y a suministrar antibióticos por vía intravenosa.
“Hice todo por ella”, dice ella. “Y Shauna lo llevaba maravillosamente, pero tampoco conocía otra forma de vivir”.
A lo largo de los años tuvo que someterse a múltiples operaciones, pero siempre logró salir adelante. Había temporadas largas en las que no tenía que poner ni un pie en el hospital.
Pero llegó un punto en el que el remedio que el doctor Crabbe había ideado para Shauna ya no era suficiente.
Su vía aérea era demasiado pequeña y tenían que buscar otras opciones.
Cuando tenía 15 años sufrió un paro respiratorio.
El profesor Martin Elliott, un cirujano cardiotorácico y exdirector médico del hospital Great Ormond Street, en Londres, hablaron a la familia de una cirugía pionera.
“Dijeron que se habían realizado algunas investigaciones sobre trasplantes de tráquea y que en dos casos en los que se había realizado los resultados habían sido exitosos, pero no podían discutirlos conmigo por cuestiones de confidencialidad del paciente”, rememora Davison.
Uno de ellos era un niño de 10 años, dice.
“Era la única oportunidad de Shauna”, se lamenta la madre.
Una alternativa innovadora
El trasplante no era, en efecto, nada convencional.
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Primero debía recibir la tráquea de un donante y después sería revestida con tejido de sus propias células madre, lo que en teoría, haría a su cuerpo sentir que se trata de su propio órgano.
Ni siquiera necesitaría medicamentos para evitar el rechazo, un efecto siempre temido en los trasplantes.
Era un método absolutamente innovador con nueva tecnología de células madre y aún en fase experimental.
En Reino Unido, la legislación establece que los médicos pueden recurrir a tratamientos experimentales si el paciente tiene una enfermedad terminal y no hay ningún otro tratamiento alternativo. Se le llama “uso compasivo”.
El equipo médico le dijo a la madre que la joven no necesitaría ninguna traqueotomía ni un ventilador y que llevaría una vida normal.
También le informaron de los posibles riesgos: podría rechazar el trasplante y los peligros normales de una anestesia general.
Una decisión difícil
Shauna siguió su tratamiento en el hospital de Great Ormond Street y diferentes especialistas estaban a cargo de su caso.
Preguntada sobre cuáles eran sus esperanzas para el futuro, la joven dijo que quería ser capaz de nadar algún día.
Aceptar someterla a una operación no fue una decisión fácil, asegura el doctor Martin Wallis.
“Había bastante que perder y la decisión no era fácil”, reflexiona.
“Tenía una calidad de vida razonable, una buena amiga, sentido del humor y sabía divertirse, y eso lo hacía todo más difícil”.
“Yo quería que tuviera la operación mientras estaba bien, no esperar a que se sintiera mal y que después fuera imposible realizarla”, justifica Davison.
El equipo médico discutió con el comité de ética del hospital las probabilidades del éxito de la operación.
“No pudieron determinar cuándo mi hija podía morir, pero que lo haría en un futuro no muy lejano porque sus vías respiratorias se rendirían. Me hablaron entonces de ese procedimiento que estaban dispuestos a hacer”, cuenta la madre.
“Como cualquier otro padre, si piensas que eso puede ayudar a tu hijo a vivir, lo acepté”.
En febrero de 2012, Shauna recibió una tráquea de un donante que había sido revestida con sus propias células madre.
Complicaciones
Al principio, todo parecía ir bien.
“Durante los primeros dos días se encontraba estupenda”, recuerda su madre. “No podía creer lo bien que se recuperó después de la operación”.
Pero dos semanas después tuvo que ser trasladada en ambulancia desde el mismo hospital en Londres hasta uno en Leeds, en el norte del país.
Durante el viaje, la joven empezó a toser mucho y necesitaba que le despejasen constantemente la garganta mediante succión.
“Fue extraño, pero pensamos que se debía al viaje”, relata la madre. “Pensé: ‘Un par de semanas más y estaremos en casa'”.
Pero a la mañana siguiente, el estado de salud de Shauna empeoró.
“Su pecho le estaba oprimiendo”, dice Davison, que aún recuerda a su hija diciendo: “Ayúdame, ayúdame”.
“Fue el peor día de mi vida porque no pude ayudarla”.
La nueva tráquea de Shauna había dejado de funcionar.
“Dijeron que se esforzó tanto en poder respirar, que su corazón dejó de latir. Era una niña maravillosa. La extraño tanto”.
Antecedentes
Cuando en 2008 se realizó el primer trasplante con una tráquea donada recubierta con las células madre del propio paciente, ocupó titulares de la prensa en todo el mundo.
Se pensaba que retirar las células del donante de la superficie de la tráquea y sembrarla con células madre del receptor era como crear un nuevo órgano con el tejido del propio paciente.
No eran necesarios medicamentos para evitar el rechazo del cuerpo hacia el nuevo órgano.
Paolo Macchiarini fue el cirujano encargado de realizar esa primera operación con la ayuda de Martin Birchall, entonces cirujano de la Universidad de Bristol.
La receptora fue Claudia Castillo, una mujer de 30 años que tenía tuberculosis que le afectaba los bronquios.
Su caso apareció en la prestigiosa científica The Lancet. Cinco meses después de la intervención se informó de se encontraba en perfecto estado de salud.
“Digno de un Nobel”
“Fue visto como algo revolucionario, altamente innovador… y que abría la puerta a una tecnología nueva y prometedora que usaba una combinación de células madre y elementos artificiales generando nuevas esperanzas en el campo de la medicina regenerativa”, recuerda el profesor John Rasko, presidente de la Sociedad Internacional para la terapia celular.
Tenía “olor a Premio Nobel”, dice.
De hecho, la universidad que entrega el Nobel de Medicina, el prestigioso Instituto Karolinska de Estocolmo, le ofreció un puesto a Macchiarini.
Birchall, por su parte, se mudó a University College London (UCL), donde Macchiarini también fue nombrado profesor honorífico.
Hubo otros casos de éxito que también ocuparon su espacio en la prensa, pero pronto surgieron preguntas sobre estos trasplantes de tráqueas sembradas con células madre del receptor
Un método cuestionable
Macchiarini cayó en desgracia después de que comenzó a usar tráqueas de plástico (en lugar de donadas) y a revestirlas con células madre.
Los resultados fueron desastrosos: sus pacientes fallecieron.
Macchiarini fue investigado varias veces por el Instituto Karolinska antes de ser despedido. Las denuncias contra él fueron desestimadas en un principio, pero después la institución lo consideró culpable por mala conducta científica y muchos de sus artículos se han retirado de las revistas científicas.
Los fiscales suecos reabrieron una investigación por negligencia criminal contra él en diciembre del año pasado. Él ha negado siempre las acusaciones.
El hospital de University College (UCL), donde trabajaba Birchall, discípulo de Macchiarini, preparaba ensayos clínicos en tráqueas y laringes regeneradas por células madre, llamadas Inspire y RegenVox respectivamente, pese a algunos informes que ponían en duda que el tratamiento hubiese “jugado un papel terapéutico” en la operación de uno de sus pacientes, Ciaran Finn-Lynch, el chico de 10 años cuyo caso había sido exitoso y que fue mencionado a la madre de Shauna.
Martin Birchall fue el investigador principal responsable de dirigir esos ensayos. Él y su equipo aportarían millones de libras para la universidad en fondos para investigación.
UCL elaboró un nuevo informe sobre medicina regenerativa. En 2017, publicó los resultados de una investigación especial, creada después de las revelaciones de Macchiarini, en la que no se encontraron fallas en las terapias de Birchall así que abrió la puerta a que se realizasen futuros ensayos clínicos.
Desconocimiento
Pero la familia de Shauna Davison no estaba al tanto de las dudas que habían surgido en torno al tratamiento innovador que se le había presentado como la única alternativa para salvar a su hija.
Le hablaron de los dos casos que habían salido bien, el de Ciaran Finn-Lynch y el de Claudia Castillo.
Pero no se les dijo que el trasplante de la tráquea de Castillo se complicó poco más de tres semanas después de haberlo recibido y que necesitó de una endoprótesis para mantenerlo abierto. Desde entonces se le ha tenido que extirpar un pulmón.
Tampoco supieron sobre la mayoría de los otros casos de los que habló Martin Birchall en 2010.
Uno de ellos es el de la adolescente Keziah Shorten, quien hace aproximadamente dos años recibió una tráquea de donante con ingeniería de tejido realizada por Macchiarini en Florencia después de haber sido diagnosticada con un tipo raro de cáncer.
Su trasplante fracasó un año después de la operación.
Martin Birchall contó a un documental sueco en 2016 que la tráquea se había roto. Cuando fue operada posteriormente en el hospital del University College London, la reemplazaron por una de plástico. Murió un mes antes de la operación de Shauna.
Transparencia
Según John Rasko, existe “la obligación de dar una cuenta completa y honesta de toda la información disponible. La exclusión de casos graves es absolutamente inaceptable”.
Un portavoz del hospital Great Ormond Street declaró a la BBC que: “Como paciente, la condición de Keziah y su injerto eran muy diferentes al de Shauna, por lo que no era clínicamente relevante discutir su caso”.
El hospital agregó que los otros pacientes no fueron mencionados “porque el equipo no conocía otros casos relevantes en el extranjero en este momento”.
Pero había más que Karen y Shauna no sabían.
Habían oído hablar de Ciaran Finn-Lynch, pero había diferencias importantes entre su operación y la de Shauna.
Ciaran había recibido uno de los anillos para la tráquea. Shauna no.
Según el informe de investigación de UCL de 2017, el doctor Martin Elliott dijo que quería usarlo, pero se le recomendó que no lo hiciera.
Ciaran también había recibido una tráquea recién extraída de un donante. La de Shauna se había congelado y después descongelado.
Era un tratamiento que no se había utilizado antes.
Críticas
Trish Murray, profesora de biología de células madre y medicina regenerativa en la Universidad de Liverpool, Inglaterra, es muy crítica con lo ocurrido en el caso de Shauna.
“Lo cierto es que si no tienes un anillo para la tráquea, esta puede colapsar. Esa ha sido la experiencia en todos, sin excepción, de los pacientes a los que se les ha realizado un trasplante de tráquea”, asegura.
“Así que aunque se sabe que causan problemas, si no se usa uno de estos anillos la tráquea colapsará y el paciente se ahogará”.
Otro de los problemas fue el uso de una tráquea congelada.
Para el equipo tenía mucho sentido congelar el órgano donado, así se podía conservar y descongelar cuando se necesitase.
Trish Murray también critica esta decisión.
“La tráquea de Ciaran no se congeló de antemano, mientras que la de Shauna sí y sabemos por los documentos del propio equipo encargado del caso que sabían que eso debilitaría la tráquea… haciendo más probable un colapso después de trasplantada”, sostiene.
UCL cuestiona la relevancia de estos estudios y le ha dicho a la BBC que esos informes no se refieren a la técnica utilizada con la adolescente fallecida.
Murray dice que hay muchos otros estudios deberían haber hecho saltar las alarmas. Y además, también cuestiona el papel que desempeñaron las células madre.
“En realidad no hay evidencia de que alguna de esas células sobreviva, de hecho hay bastantes pruebas de que no”, defiende Murray.
Un vacío legal
Pero, ¿cómo pudieron los doctores y los científicos involucrados en el cuidado de pacientes gravemente enfermos usar estas tráqueas cuando había pocas pruebas de que realmente funcionasen?
Por lo general, los investigadores deben probar su tratamiento innovador en el laboratorio y luego en animales en investigación preclínica. Solo entonces, con la aprobación formal de un comité de ética de investigación y los reguladores, se inician los ensayos con humanos.
Pero existe un vacío legal que ampara estos casos. Son los llamados estudios compasivos.
Martin Birchall, escribió en The Lancet que los “estudios compasivos”, el procedimiento para utilizar nuevos tratamientos en pacientes muy enfermos, “agilizaban las pruebas de terapias novedosas”.
“Los cirujanos utilizaron esta aparente laguna legal del uso compasivo para experimentar con pacientes y luego usaron los datos obtenidos para acudir a las autoridades reguladoras y conseguir así el permiso para continuar los ensayos”, dice Trish Murray.
John Rasko está de acuerdo con Trish Murray en que no es así como debería funcionar el sistema.
“La opción del uso compasivo conlleva una gran responsabilidad. No debe utilizarse como una forma para que los médicos puedan utilizar tratamientos que no cumplen estrictamente el reglamento médico”, opina Rasko.
Y el hospital Great Ormond Street también está de acuerdo. “No vemos el uso compasivo como una forma de probar tratamientos nuevos”, le dijo a la BBC un portavoz.
Tergiversaciones
Pero el trasplante de Shauna y los de otros pacientes, se utilizaron para obtener financiación y para que se diese el visto bueno a la continuación de ensayos clínicos.
También se escribió sobre ellos en revistas médicas y en una solicitud para la Agencia Europea de Medicamentos.
La BBC descubrió que al menos siete de estos documentos y publicaciones tergiversan de alguna manera el tratamiento o la muerte de Shauna.
Por ejemplo, en una solicitud de 2016 a la Agencia Europea de Medicamentos se cita a Martin Birchall diciendo que la cirugía inicial de Shauna fue exitosa, pero sufrió una “complicación cardiovascular fatal seis semanas después”, mientras que en realidad murió después de dos semanas porque su tráquea dejó de funcionar.
En el momento en el que los organismos públicos aprobaron y financiaron el ensayo clínico para probar los trasplantes de tráquea con ingeniería de tejido, se realizó un cambio en el procedimiento.
Después de haber conocido lo que le sucedió a Shauna, el equipo debía asegurarse que los pacientes que participaban en el ensayo usarían un anillo para la tráquea.
Pero incluso después de eso, las hojas de información para los pacientes que se someten a estos ensayos contenían información errónea sobre Shauna y sobre sobre Claudia Castillo.
Solo sus casos y el de Ciaran Finn-Lynch se incluyeron en la hoja de información, a pesar de que el equipo conocía de otros 10 casos de trasplante de tráquea con células madre que se habían practicado en todo el mundo.
No fue hasta 2014 que Martin Elliott dijo en una conferencia que 10 pacientes habían recibido una tráquea con ingeniería de tejidos y que todos menos Claudia y Ciaran habían muerto.
El año pasado, se suspendieron los ensayos clínicos y la UCL dice que no ha reclutado a nadie para participar en experimentos de este tipo.
Falta de información
Gran parte de lo que la BBC ha descubierto sobre lo que le sucedió a Shauna no aparece en el informe de investigación especial de UCL.
Leonid Schneider es biólogo de células moleculares convertido en periodista que ha estado cubriendo la medicina regenerativa desde 2016.
Lo llamaron a declarar en el marco de la investigación de la UCL y plantea ciertas dudas relevantes para el caso.
“¿Por qué la madre de Shauna no tenía la información completa? ¿Y de quién fue la idea de no ponerle un anillo?”, cuestiona.
“Y, ¿cómo podrían los investigadores de la UCL recomendar que se reanuden los ensayos clínicos de la tráquea del donante, después de que el profesor Delaere y yo les dijéramos cuántas personas habían muerto por esta enfermedad?”, añade.
UCL se defiende diciendo: “Toda investigación realizada en la UCL debe cumplir con los más altos estándares legales, éticos y regulatorios; y no dudaremos en tomar las medidas necesarias, en caso de que esto no se cumpla”.
Arrepentimiento
Después de recibir asesoramiento ético, la BBC le contó a Karen lo que había descubierto sobre los trasplantes de ingeniería de tejidos.
Se enojó. Dijo que esa información podría haber cambiado su decisión de someter a Shauna a la operación.
“Espero que nadie más tenga que pasar por lo que he pasado yo, realmente lo espero. Deben ser detenidos. Esto es un shock. La gente me pregunta: ‘¿Cómo murió Shauna?’, y siempre digo, ataque al corazón. Nunca he culpado a esos cirujanos por su muerte. Tienen mucho por lo que responder“.
El hospital donde se realizó la cirugía comentó el caso: “Antes de que se llevara a cabo la operación de Shauna, se revisaron de forma exhaustiva todas las pruebas científicas y médicas relevantes publicadas”.
Y agregaron: “Lamentamos que el tratamiento no haya funcionado para Shauna y que la familia sienta que no recibió toda la información relevante. Queremos reunirnos con ellos para poder hablar sobre cualquier cosa que les preocupe”.
“Les ha tomado todo este tiempo, cuando uno pensaría que me habrían telefoneado y habrían dicho algo hace tiempo”, se queja Karen Davison.
“Sé que no la habría tenido para siempre, pero al menos podría haberla tenido un poco más”.
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