Cajeras de supermercados le ponen la cara al coronavirus todos los días
La crisis sanitaria ha hecho que los clientes aprecien más su trabajo y sean más tolerantes
Alejandra Pérez y María Mendoza se exponen todos los días al coronavirus en su trabajo como cajeras del Northgate González Markets del barrio Boyle Heights en Los Ángeles. Sin embargo, saberse reconocidas y valoradas durante la epidemia, las llena de ánimo para no faltar a su esencial jornada.
Estas mujeres latinas forman parte de los millones de trabajadores esenciales que no han parado de trabajar durante la cuarentena y que no pueden laborar desde su casa, ya que tienen que ir a su lugar de trabajo.
Las cajeras de los mercados en particular, están en contacto durante horas con cientos de consumidores. Algunos de ellos se niegan a usar mascarillas o algún tipo de protección.
Alejandra Pérez trabaja como cajera desde 2017. Es soltera, tiene 22 años y vive en la ciudad de Downey en el condado de Los Ángeles. Su horario de trabajo es de las 7 de la mañana a las 3:30 de la tarde.
“Al principio de la pandemia, la gente venía muy paniqueada. Yo misma me paniquee. No sabía cómo responder. La gente venía y compraba cosas sin saber”, dice Alejandra.
Cuenta que hubo una semana que hasta sus propios compañeros se mortificaron por un posible cierre de la tienda. “Gracias a Dios que no fue así y aquí seguimos”.
Ahora aunque todavía hay preocupación, dice que todo parece estar volviendo a la normalidad.
Le da seguridad el que su compañía les haya proporcionado mascarillas, guantes y les pida lavarse las manos cada 30 minutos.
Además comenta que la gente ha cambiado de actitud. “El 90% de los clientes vienen con buen humor. Nos tratan bien. Mucha gente nos dice, ‘gracias por estar aquí’. Eso lo aprecio y me gusta mucho”.
Alejandra confía que sentir que su trabajo es reconocido por los consumidores, la ha ayudado a trabajar con más entusiasmo.
“Me encanta ayudar a la gente, y me hace sentir segura que nos aprecien”.
Comenta que el producto que más siguen llevando es el agua. “Si tenemos líneas para entrar a la tienda, pero corren rápido”.
Ella solo le pide a los clientes que durante la pandemia tengan paciencia cuando vayan a hacer sus compras. “No nos vamos a ir a ningún lado”.
De la desesperación a la calma
María Mendoza lleva seis años que trabaja en Northgate González Markets. Ha pasado por varios departamentos, pero durante la contingencia sanitaria le ha tocado estar en la caja.
Al igual que Alejandra, dice que al inicio de la crisis de salud, fue muy estresante. “Los clientes llegaban todos espantados a la tienda, como si el mundo se fuera a acabar. Venían de malas y desesperados”.
Se sintieron aliviadas cuando la compañía les dio guantes, mascarillas, y les instaló una barrera de plástico en las cajas. “En las noches limpian muy bien todos los departamentos, y estas medidas nos hacen sentirnos cuidadas”.
Su seguridad es muy importante porque está casada y es madre de cinco hijos de 16, 11, 6, 3 y 2 años que la esperan ansiosos en la casa.
“Yo al llegar me quito los zapatos y la ropa. Meto todo en bolsas en un canasto sellado. Me baño, y si traje mandado, salgo y me pongo a lavar y guardar todos los alimentos”.
Su esposo quien está a cargo de atender el hogar y a los hijos porque se quedó sin trabajo, encierra a los menores cuando ella llega al hogar. “Es para que no se me acerquen y no los vaya a contagiar. Ya que me baño y limpio, ya pueden salir”.
María dice que a ella le pasó algo muy curioso, ya que poco antes de que estallara la crisis por el coronavirus, se puso muy mal de la gripe y la hospitalizaron. “Estuve días aislada sin saber del mundo”.
Cuando se recuperó y sus exámenes del COVID-19 salieron negativos, se sorprendió de ver la magnitud de la emergencia. “Las tiendas estaban llenísimas. Era como si la gente hubiera enloquecido y pensara que el mundo se estaba acabando. Se desesperaban por entrar a comprar”.
A casi dos meses de haberse emitido la orden Quédate en Casa, dice que los clientes están más calmados y tolerantes.
“Entienden que las reglas de la distancia social en los supermercados son por su seguridad y la de nosotros. Tienen más espacio para comprar, sin apresurarse”.
Al preguntarle su opinión sobre el reconocimiento que les ha dado como trabajadores esenciales, dice que se le hace un poco triste.
“La gente debió haber notado que nuestro trabajo siempre ha sido atenderlos y darles buena cara, aún cuando vengan de malas o frustrados. Hoy nos dicen, gracias por estar aquí, y limpiar nuestros carritos. Se están dando cuenta de que lo que hacemos, sí importa y vale la pena”.
Su trabajo no ha sido fácil durante la epidemia, pero les gusta el cambio en la actitud del cliente. “ Los clientes son más prudentes y amables. Ya no nos ven con coraje. Antes, algunos hasta nos gritaban. Ahora se ponen de nuestro lado y nos tratan bien”.
El cambio de los consumidores hacia los empleados de los supermercados con una mayor tolerancia y empatía, ha hecho que a María le dé gusto llegar a su trabajo y echarle ganas.
“Yo solo les pido que tengan paciencia con las nuevas reglas. Nosotros vamos a seguir abiertos, ayudando a la comunidad. Para eso estamos”.