Gonzalo Fuentes, el más reciente caso de un veterano que pudo volver a EE.UU.
Gonzalo Fuentes, un veterano de guerra en la “Operación Tormenta del Desierto” que combatió a Saddam Hussein, fue deportado a México de manera injusta y reingresado a los EE.UU. tras años de litigio
MEXICO.- Gonzalo Fuentes regresó a Estados Unidos después de 13 años de repatriación. Las autoridades de Estados Unidos lo expulsaron en 2008 por portar marihuana y no les importó que él fue soldado para el ejército del país en la Operación Tormenta del Desierto que combatió a Saddam Hussein.
“Me enviaron dos años a prisión y cuando salí ya no tenía residencia ni país”, recuerda en entrevista con este medio.
Gonzalo Fuentes no lo sabía, pero desde 1996, el entonces presidente Bill Clinton cambió las reglas del juego para los inmigrantes en la Unión Americana.
Promulgó la Ley de Reforma de Inmigración Ilegal y Responsabilidad de los Inmigrantes (IIRIRA) en la que se estipuló que perderían la residencia aquellos que cometieran alguno de los 30 delitos más grabes(asesinatos, violación, etcétera) y otros menores, como portación de droga.
“Durante un cuarto de siglo, esta ley de inmigración racista alimentó el aparato de detención masiva y deportación que ha destrozado a millones de familias, dejando a innumerables comunidades devastadas”, dijo Oscar Chacón, director ejecutivo de la organización Alianza Americas.
“Lamentablemente, IIRIRA institucionalizó la visión de los inmigrantes, los solicitantes de asilo y los refugiados como una amenaza para la nación. La forma en que los tratamos, hasta el día de hoy, sigue siendo coherente con lo que fue esta ley pública”.
Gonzalo Fuentes llegó con su familia a Corpus Christi, Texas, cuando tenía seis años. Su papá emigró para buscar trabajo y luego llegó la familia un 27 de mayo de 1970: madre y tres hijos. Una niña más nació allá. “Quería darnos una mejor vida a la que teníamos en Monterrey”.
Los años pasaron y el muchacho regio (como les dicen a la gente de Monterrey) quería ser el primero en tener una profesión. No dudo en enrolarse a las Fuerzas Armandas porque quería ser ingeniero. En el camino lo mandaron a una base en Alemania.
Eran tiempos de tensión entre Estados Unidos y el Medio Oriente, donde se habían complicado los precios del petróleo, entre otras presiones políticas.
En 1990 el ejército iraquí invadió la capital de Kuwait para exigir el pago de 2,500 millones de dólares en compensación por el petróleo que le habían sustraído de Rumaila durante la guerra con Irán (1980-1988).
En tres horas, la ciudad de Kuwait fue ocupada. Irak destruyó y saqueó la localidad y se anexó el territorio ocupado. Con esta invasión, Irak se quedaba con el 20% del petróleo mundial.
En respuesta, el presidente de Estados Unidos, George Bush, organizó una coalición contra Hussein con 680,000 hombres, dos mil carros de combate, 100 barcos de guerra; 1,800 aviones, 50 soldados de otros países y 415,000 estadounidenses. Gonzalo Fuentes entre ellos, aunque sin ciudadanía, pero con la promesa de la residencia.
Desde Alemania lo movieron al Golfo Pérsico para demoler edificios y construir puentes. “Era equipo de soporte, manejaba una troca de cinco toneladas”, recuerda.
En los hechos, la guerra armada duró poco. Pronto los enemigos se rindieron. Gonzalo recuerda a sus pares del otro bando entregándose con facilidad, acorralados contra la espada y la pared. Muy tristes.
“Los soldados se rendían ante nosotros. Muchos eran mayores, andaban descalzos y no estaban armados”, recuerda. “Un día se rindieron 150 frente a nosotros, todos juntos porque Hussein los abandonó en el campo de guerra y teníamos que darles de comer”.
Según los reportes oficiales, los prisioneros de los aliados en manos de Irak fueron mucho menos. Pero Gonzalo Fuentes pudo haber quedado entre los prisioneros de guerra del del otro lado, jugándose la vida durante tres meses en el Golfo Pérsico. Tuvo suerte y regresó a EEUU el 3 de julio de 1991.
El retorno
En los últimos días, comenzar de cero en Estados Unidos, después de vivir 13 años en México como deportado, es un sueño que disfruta Gonzalo Fuentes. Atender a sus padres es la prioridad, estar con la familia, buscar nuevas oportunidades laborales y de realización.
No fue así tres décadas atrás. Eran tiempos difíciles, donde las comunicaciones y la información eran de difícil acceso. No había internet, no podía averiguar por su cuenta, como ahora, con solo tocar un botón.
En aquel momento, lo único que sabía era que el gobierno de Estados Unidos ofrecía un retiro anticipado a soldados que quisieran hacerlo con buenas prestaciones. Quizás se precipitó, pero no tenía información y de pronto se vio en la calle, joven, y con la total libertad que implica no ser parte de una de las instituciones más poderosas que hay en el mundo.
“Lo primero que se me ocurrió fue ir a buscar trabajo a las dos bases militares que hay en Texas, pero no había nada para mí. Tampoco fuera: nadie quería contratar a un ingeniero de combate o a un constructor de puentes”.
Después de dar vueltas sin rumbo, Gonzalo Fuentes encontró trabajo como mesero de un restaurante. Se acomodó pronto. Entre platos y platillos, clientes y salsas iban pasando los años. Así conoció a un agente de investigación que empezó a interrogarlo, a indagar su vida y su coche, donde le encontró la marihuana.
En poco tiempo, el mexicano terminó en prisión. La sentencia: dos años.
No lo tomó a mal. Creía que al salir de la cárcel todo seguiría igual. En cambio, en cuanto puso un pie por fuera de la celda, se enteró de que algunos agentes de ICE (la migra) ya lo estaban esperando para echarlo del país.
“Yo no sabía que habían cambiado las leyes, que me costaría tanto”.
Siete años después de haber combatido en el Golfo Pérsico se convirtió en un número más entre los cientos de indocumentados que repatriaron a México en aquel helado día del mes de diciembre.
Del otro lado
Aprender inglés como un nativo fue la meta de Gonzalo Fuentes cuando llegó de niño a vivir a Corpus Christi. Tuvo buenos maestros y era la época en que muchos padres tomaban la decisión de no transmitirles el español para evitarles discriminación, como ocurrió en el caso de la cantante Selena Quintanilla “La Reina del Texmex”, nacida justo en la misma ciudad donde Fuentes creció.
Pronto fue lo más natural hablar el inglés para él y se convirtió en su idioma principal. Su español poco a poco adquirió el acento que contrae las erres y disminuye o transforma el sonido de la letra “o” hasta darle un dejo de “u”.
Con esa característica del lenguaje llegó a Monterrey deportado en 2008. Tenía 42 años y ninguna idea de las convulsiones sociales, políticas y económicas. De la guerra frontal contra el crimen organizado que había declarado el presidente Felipe Calderón, del descabezamiento de los cárteles y el fraccionamiento de éstos en células que se la cobrarían a la población civil.
Gonzalo Fuentes solo pensaba en encontrar trabajo y en su ciudad natal no había nada para él, sino jornadas de hasta 12 horas en fábricas calientes donde pagaban en un día lo que en Estados Unidos ganaba en una hora. Y muchos desaparecidos.
Indagando aquí y allá se enteró de que en Cancún tendría mejores oportunidades por el dominio del inglés. Se imaginaba él en los grandes hoteles como parte del personal que atiende a los turistas de alto nivel que van a visitar la Riviera Maya, las ruinas, las islas, la selva, los parques acuáticos.
Pero se topó con una realidad que lo sorprendió: para los empleadores mexicanos, su edad era un problema. Los estándares del trabajador ideal promedio lo ubicaban en una especie de reliquia no apta para las exigencias de millones de turistas en la zona.
Se dio cuenta en una entrevista de trabajo. Llegó con todos sus documentos bajo el brazo y la lengua presta para cualquier reto y así estuvo toda una tarde. Veía pasar uno a uno a todos los candidatos rivales y al final sólo estaba él. Nadie lo había llamado.
Se acercó para hablar con la persona que atendió al grupo y la mujer le dio dijo que lo había ignorado “por su edad”. En las ofertas de empleo de los periódicos descubrió algo más: que las mujeres después de los 22 años ya no eran bien vistas en la hotelería. Para ellas se anunciaba: “Mujer. 18- 22 años. Delgada. Sin hijos”.
Lejos de ese perfil, Gonzalo Fuentes optó por buscar empleo en un call center. Los esquemas de atención al cliente a larga distancia y comenzaban a tomar auge (actualmente representan el 40% de los nuevos empleos del país).
Pronto encontró un lugar para vender paquetes vacacionales a las “aguas turquesa” del caribe mexicano, a los monumentos mayas, a los resorts donde no había podido conseguir trabajo directamente.
De vez en cuando, tomaba otros trabajos para complementar su salario. “En el área de ventas, sino vendes no comes”. Por eso también la hacía de chofer de tours y guía mientras pensaba en la manera de regresar a Estados Unidos.
Buscó en internet sobre los deportados. Google arrojaba todo tipo de información y en una de esas dio en el clavo: una organización especializada en la lucha por el derecho de los veteranos de guerra a regresar a Estados Unidos.
El camino
La Casa para Veteranos Deportados es una organización que se fundó en Tijuana. Fue la primera en su tipo. La fundaron Héctor Barajas y un grupo de ex combatientes de guerra con el Ejército de Estados Unidos que de pronto se vieron del lado sur de la frontera, con una mano adelante y otra atrás, como víctimas de la ley IIRIRA.
“Esta ley calcificó un sistema de inmigración basado en el castigo, la restricción y la exclusión. Esta ley draconiana ha restringido severamente el debido proceso para las personas inmigrantes, ha sobrecargado las deportaciones y ha permitido que cuerpos locales de policía sirvan como agentes de inmigración”, señaló Matt Nelson, director ejecutivo de Presente.org.
Presente.org, Alianza para las Américas y Veteranos deportados peleaban cada uno desde diversas fronteras en contra de IIRIRA cuando Gonzalo Fuentes llamó a esta última en busca de ayuda.
Héctor Barajas lo escuchó atentamente y le explicó que, en algunos casos, los abogados en EEUU habían logrado ganar el retorno de algunos veteranos, pero que no era una batalla sencilla porque el estado que había sido más flexible y abierto en el tema era California y Gonzalo era de Texas. Además, necesitaba una abogada “pro bono” de defensoría legal pro migrante que quisiera llevar su caso y no la encontraba.
Gonzalo Fuentes no se dio por vencido. Mientras se paseaba por Cancún e Isla Mujeres; mientras daba vueltas por Cozumel, los cenotes y el Majahual como un nativo, insistió a través de las organizaciones hasta que se abrió su caso en Estados Unidos.
Para julio del año pasado, el gobierno de Biden anunció que comenzaría a permitir que los veteranos nacidos en el extranjero que fueron deportados regresen a Estados Unidos y se les ayudaría a convertirse en ciudadanos estadounidenses.
“Nos comprometemos con traer de vuelta a los miembros del servicio militar, a los veteranos y a sus familiares directos que fueron expulsados de manera injusta y a garantizar que reciban los beneficios a los que pueden tener derecho”, comentó Alejandro Mayorkas, secretario de Seguridad Nacional.
Uno de los primeros beneficiados fue el cofundador de la Casa para Veteranos en Tijuana, Roberto Vivar, quien recibió el perdón en noviembre. Héctor Barajas regresó antes, en 2018 como parte de su tesón en la lucha.
Gonzalo Fuentes retornó el pasado 28 de abril, con 55 años. El primer día, no podía dormir de la emoción. La vida le dio la oportunidad de empezar otra vez en el sitio donde quiere estar. Entró por San Diego y una de sus hermanas le ayudó a pagar el boleto hasta Corpus Christi, donde piensa reponer el tiempo que pasó lejos de la familia y sus nuevos integrantes.
“Quiero mucho a México, pero Estados Unidos nos dio la vida que hemos tenido mis hermanos, mi mamá y mi papá”, concluye. “De alguna manera yo sabía que tarde o temprano yo iba a volver y aquí estoy… ¡hay tantas cosas por hacer!”
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