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Estar “cansado siempre” podría indicarnos un problema cerebral grave

Tras un miniictus, la fatiga puede durar hasta un año, sobre todo en personas con ansiedad o depresión, según un nuevo estudio

Estar "cansado siempre" podría indicarnos un problema cerebral grave

Las personas con antecedentes de ansiedad o depresión eran el doble de propensas a sufrir fatiga prolongada. Crédito: Shutterstock

Aunque los síntomas de un miniictus suelen desaparecer rápidamente, sus efectos pueden prolongarse mucho más allá de lo visible. Un estudio reciente publicado en la revista Neurology, de la Academia Americana de Neurología, revela que una gran parte de quienes sufren un accidente isquémico transitorio (AIT) continúan experimentando fatiga durante meses e incluso hasta un año después del episodio.

Esta persistencia del cansancio se presenta especialmente en personas con antecedentes de ansiedad o depresión, lo que sugiere una interacción más compleja entre la salud cerebral y el bienestar emocional.

El AIT, comúnmente llamado “miniaccidente cerebrovascular”, ocurre cuando el flujo sanguíneo hacia una parte del cerebro se interrumpe temporalmente. A diferencia de un accidente cerebrovascular completo, los síntomas como dificultad para hablar, debilidad en brazos o rostro suelen desaparecer en menos de 24 horas.

Sin embargo, este nuevo estudio encabezado por el Dr. Boris Modrau, del Hospital Universitario de Aalborg en Dinamarca, advierte que la recuperación puede no ser tan breve como se pensaba.

En la investigación, se hizo seguimiento a 354 pacientes con una edad promedio de 70 años, todos diagnosticados con AIT. Los investigadores evaluaron su estado de salud durante los 12 meses posteriores al episodio, centrándose en cinco tipos de fatiga, general, física, mental, disminución de la actividad y de la motivación.

Los participantes completaron cuestionarios estandarizados en cuatro momentos, dos semanas después del AIT, y luego a los tres, seis y doce meses.

Al inicio del estudio, el 61 % de los participantes reportó niveles de fatiga elevados, definidos por una puntuación de 12 o más en una escala de 4 a 20. Aunque esta cifra disminuyó ligeramente con el tiempo, se mantuvo alta, 54 % de los pacientes seguía experimentando fatiga a los tres, seis y doce meses.

Algunos antecedentes médicos pueden influir

Los datos no solo confirman que la fatiga es un síntoma persistente en muchos pacientes con AIT, sino que también sugieren que este malestar puede ser predicho por factores previos. Las personas con antecedentes de ansiedad o depresión eran el doble de propensas a sufrir fatiga prolongada, lo que sugiere una relación entre la salud mental preexistente y la recuperación física y cognitiva tras un evento neurológico.

Curiosamente, las imágenes cerebrales realizadas durante el estudio no mostraron diferencias significativas entre quienes reportaron fatiga prolongada y quienes no, lo que sugiere que la presencia de coágulos o daño visible en los escáneres no explica del todo el agotamiento persistente. Esto refuerza la hipótesis de que factores psicológicos y no estructurales también influyen en el proceso de recuperación.

El Dr. Modrau, autor principal del estudio, explicó que la fatiga no debería ser considerada un síntoma menor o pasajero tras un miniictus. “Muchas personas informan sentirse agotadas durante meses, incluso cuando físicamente parecen haber recuperado su estado previo. Esto puede afectar su calidad de vida y su capacidad para retomar sus rutinas diarias”, señaló.

Además, resaltó la importancia de realizar un seguimiento cercano a los pacientes en las semanas posteriores al alta hospitalaria, ya que quienes presentan fatiga en ese periodo inicial tienen una alta probabilidad de continuar con este síntoma durante un año o más.

Pese a los hallazgos, el estudio tiene limitaciones. Algunos participantes no completaron los cuestionarios por sí solos, sino con ayuda de familiares o cuidadores, lo que pudo influir en la precisión de las respuestas, especialmente en temas subjetivos como el cansancio.

Los resultados de esta investigación abren la puerta a repensar el enfoque clínico hacia los pacientes con AIT. No basta con monitorear los síntomas visibles a corto plazo; también es fundamental considerar la dimensión emocional y cognitiva de la recuperación.

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