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Los Zetas, Los Beltrán Leyva y otros cárteles que surgieron por traiciones

Lo que en su momento fueron células armadas de algún cártel, terminaron convirtiéndose en enemigos mortales

Violencia en México

Estas traiciones reconfiguraron el mapa del crimen organizado en México. Credit: Dario Lopez-Mills | AP

El crimen organizado en México ha estado marcado por alianzas rotas, traiciones internas y luchas de poder que han dado origen a algunas de las organizaciones criminales más violentas de las últimas décadas.

Los Zetas, el cártel de los Beltrán Leyva y Los Caballeros Templarios surgieron como brazos escindidos de estructuras mayores, impulsados por desacuerdos, venganzas y fracturas internas. Su ascenso y posterior fragmentación han dejado un legado de violencia que aún impacta diversas regiones del país.

Los Zetas

Su historia comenzó a finales de los años noventa, cuando Arturo Guzmán Decena, un teniente entrenado por fuerzas especiales de Israel y Estados Unidos, quien desertó del Ejército mexicano para unirse al Cártel del Golfo, según señala Insight Crime.

Con él, al menos 30 miembros del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFE) y otras unidades castrenses formaron un brazo armado que pronto se distinguió por su brutalidad, poder de fuego y tácticas de guerra urbana.

Durante la década de 2000, Los Zetas expandieron su influencia por gran parte de México e incluso cruzaron fronteras hacia Guatemala. Su economía criminal no solo se basaba en el tráfico de cocaína, sino también en extorsión, secuestro, trata de personas y control territorial mediante el terror.

A diferencia de otros cárteles, no buscaban acuerdos: imponían el orden con masacres y ejecuciones públicas.

En 2010, tras años de tensiones, Los Zetas rompieron con el Cártel del Golfo, lo que desató una guerra interna en el noreste del país. Ciudades como Reynosa, Matamoros y Monterrey se convirtieron en escenarios de enfrentamientos armados y desplazamientos forzados.

El declive comenzó tras la muerte de Heriberto Lazcano, “El Lazca”, en 2012, y la captura de Miguel Ángel Treviño, “Z-40”, en 2013. La organización se dividió en facciones rivales: el Cártel del Noreste (CDN) y Los Zetas Vieja Escuela. Aunque debilitadas, ambas células han mantenido presencia en zonas clave como Nuevo Laredo.

Los Beltrán Leyva

Nacidos en Badiraguato, Sinaloa, la misma región de Joaquín “El Chapo” Guzmán, los hermanos Arturo, Alfredo, Héctor y Carlos Beltrán Leyva comenzaron como operadores del Cártel de Juárez.

Su ascenso en el mundo del narco se consolidó con su entrada a “La Federación” en 2002, una coalición encabezada por Ismael “El Mayo” Zambada, “Nacho” Coronel y el propio “Chapo”.

La organización de los Beltrán Leyva ganó poder y territorio en estados como Guerrero, Morelos y Jalisco. Su brazo armado, las Fuerzas Especiales de Arturo (FEDA), rivalizaba en crueldad con Los Zetas.

En 2008, una traición marcó su ruptura con el Cártel de Sinaloa: la detención de Alfredo Beltrán fue atribuida a información filtrada por “El Chapo”. La respuesta fue inmediata: el asesinato de Edgar Guzmán, hijo del capo sinaloense.

Los Beltrán Leyva buscaron entonces alianzas con viejos rivales como Los Zetas, y se enfrentaron abiertamente al Cártel de Sinaloa. La guerra generó una ola de violencia sin precedentes. En 2009, Arturo fue abatido por la Marina, y en los años siguientes, los principales líderes del grupo fueron capturados.

A pesar de su desarticulación, surgieron escisiones como Guerreros Unidos y Los Rojos, responsables de actos de alto impacto, como la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, según el informe de la Comisión de la Verdad, señala Los Angeles Times.

La herencia de los Beltrán Leyva persiste en células que operan en estados del centro y sur del país, y en figuras como “Chapo Isidro”, con presencia en el noroeste.

Caballeros Templarios

En marzo de 2011, Michoacán fue testigo del nacimiento de un nuevo cártel: Los Caballeros Templarios, escindido de La Familia Michoacana tras la supuesta muerte de su líder espiritual, Nazario Moreno, “El Chayo”.

De acuerdo con Insight Crime, se presentaron como un grupo de “autodefensa” comprometido en la lucha contra los grandes carteles criminales de México en nombre de la población Michoacana. El grupo utilizó símbolos religiosos, códigos de conducta y propaganda social para justificar su violencia y consolidar poder.

Con líderes como Servando Gómez, “La Tuta”, y Enrique Plancarte, “El Kike”, los templarios controlaron la vida política, económica y criminal en vastas zonas del suroeste mexicano. Imponían “cuotas” a comerciantes, saqueaban minas y traficaban metanfetaminas utilizando el puerto de Lázaro Cárdenas como enclave logístico.

El Estado comenzó a recuperar el control en 2014 tras la muerte de “El Chayo” y “El Kike”, así como la captura de “La Tuta” en 2015. Antes de eso, en sólo dos años lograron expandirse a seis estados mexicanos, señala El Economista.

Sin embargo, la fragmentación del grupo dio paso a nuevas células como Los Viagras, que mantienen disputas con el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) en Michoacán y Guerrero.

Los Templarios también enfrentaron la presión de las autodefensas, grupos armados civiles que surgieron con respaldo oficial para combatir al narco, lo que aceleró su colapso como organización estructurada.

Traiciones, alianzas rotas y un narco fragmentado

El surgimiento de cárteles como Los Zetas, los Beltrán Leyva y Los Caballeros Templarios evidencia una constante en el mundo criminal mexicano: las traiciones internas como catalizador de nuevas organizaciones. Lo que en su momento fueron brazos armados o aliados estratégicos, terminaron convirtiéndose en enemigos mortales.

Estas traiciones reconfiguraron el mapa del crimen organizado en México, generando una multiplicación de grupos, disputas territoriales y una violencia más fragmentada pero persistente. Hoy, muchas de esas estructuras originales han desaparecido o se han transformado en células regionales con menor alcance, pero con capacidad de generar caos en sus zonas de operación.

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