El caos impide a México saber con certeza cuántas muertes hay por COVID-19
Algunas son registradas como "neumonía atípicas" o SARS
MÉXICO – Los últimos días de Serafín Nava fueron en uno los hospitales más complicados del estado de Morelos. Epicentro de la recepción de enfermos de COVID-19, el regional del Instituto Mexicano del Seguro Social de Cuernavaca se volvió la antesala de su tumba como la de muchas personas de los municipios aledaños.
Su hermana Saraí, quien lo acompañó durante más de dos meses previos al desenlace fatal, cuenta que todo comenzó cuando Serafín, de 42 años, tuvo una descomposición diabética, dejó de comer y tomar agua y empezó con dificultades respiratorias.
Este cuadro clínico ya lo había presentado antes de la pandemia, pero, como llegó con fiebre al hospital lo mandaron al área Covid. Los médicos tomaron radiografías y cuando la temperatura bajó lo dejaron ir a casa. Este procedimiento se repitió en cuatro ocasiones. A la quinta, no sobrevivió. Falleció unos minutos antes de llegar al hospital.
“Nunca le hicieron la prueba para saber si era el coronavirus”, afirma Saraí.
En el hospital le preguntaron si quería que el parte médico dijera que la causa de muerte había sido COVID-19. Ella se lo pensó. No tenía problemas con la cremación que correría por cuenta del hospital y, a diferencia de otros mexicanos, no tuvo problema sin entierro. De hecho, su papá había sido incinerado tiempo atrás. Contestó que sí. “Ahora tenemos las dos cajitas con cenizas en la sala”.
Los Nava se convirtieron así en una familia más con parientes reconocidos oficialmente como caídos por el coronavirus. Pero no tienen la certeza por falta de prueba. Sucede a la inversa en otros casos y aparentemente en mayor número. Esto es: actas de defunción que registran otras enfermedades, aunque pudo ser coronavirus.
Un estudio de la organización civil Mexicanos contra la Corrupción documentó que entre el 18 de marzo y el 12 de mayo en la Ciudad de México hubo al menos 4,577 actas de defunción en las que se asienta que la causa “confirmada” o “probable” de esas muertes fue COVID-19”, una cifra tres veces más alta a la que ha reportado el gobierno capitalino.
En otras inconsistencias sobre las cifras de la pandemia a nivel federal, la prensa local reprochó a las autoridades de salud representadas por el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud Hugo López- Gatell, el alto número de defunciones catalogadas como neumonía atípica con la acotación al margen “sospecha de coronavirus”.
Después de varias explicaciones técnicas, López Gatell reconoció que sí existía un “subregistro” de personas que fallecen con síntomas de COVID-19. ¿La razón? No se les aplicó la prueba diagnóstica. Sin embargo —acotó ya en abril — que “se debe asumir que toda neumonitis, toda neumonía, toda neumonía atípica es Covid, a menos que se muestre lo contrario”.
En el campo de batalla
A principios de la pandemia, la orden fue contundente. Lo recuerda el doctor Raúl Amaya, jefe de urgencias del Hospital Salvador Chavarría en Piedras Negras, Coahuila. “Sólo a uno de cada 10 pacientes se le puede aplicar la prueba”. No importaba que un enfermo estuviera más complicado que otro, era aleatorio: si le tocaba, se hacía. Si no, se mandaba a casa con paracetamol.
“Esa es una de las explicación más sencilla del porqué se han reportado pocos contagios y pocas muertes”, concluye en entrevista con este diario.
“Ni siquiera al equipo médico se le quiere hacer la prueba en muchas ocasiones”, secunda Gabríel Pérez Rendón, quien labora en la Unidad Hospitalaria Tacuba del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los trabajadores del Estado (ISSSTE), donde se les negó el test hasta que murieron dos colegas. “Tuvimos que protestar, que decir que ya no trabajaríamos más”.
La política del gobierno mexicano ha sido en contra de las pruebas de detección del coronavirus para todo mundo. No sólo porque son “costosas”, sino porque se le considera “poco eficiente” a juicio del subsecretario López Gatell y su equipo sanitario.
Esta conclusión tiene a la opinión pública dividida, incluso al interior del partido del presidente Andrés Manuel López Obrador debido al éxito que ha la detección oportuna ha tenido en otros países porque las personas contagiadas pueden transmitir el virus aunque no tengan síntomas.
El líder de Morena en el Senado, Ricardo Monreal cuestionó durante una comparescencia de López Gatell, las razones por las cuales la cifra de letalidad es mayor que en otros países.
México ocupa el último lugar en aplicación de pruebas entre los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, con tan sólo 0.4 pruebas por cada mil habitantes, cuando la medía en otros países es de 22 pruebas por cada mil habitantes.
“No podemos justificar que existe la probabilidad de un subregistro de contagios y muertes a causa de que no se hace un número generoso de pruebas”, reprochó.
Ante las múltiples presiones, el 7 de abril se emitió un decreto en el cual se establece que si hay dudas del diagnóstico el caso se registres como sospechoso de coronavirus, pero esta medida no cayó muy bien a los médicos que tienen miedo de las consecuencias de un mal reporte sobre las causas de muerte de sus pacientes.
El médico que firma un certificado de defunción es considerado responsable de la información y si en determinado momento los familiares o alguna autoridad lo cuestionan o lo acusan de haber mentido o tergiversao, podría terminar en el Ministerio Público o en la cárcel amén del prestigio de su carrera.
“Es mucha responsabilidad en estos tiempos”, advierte Pérez Rendón. “Muchos médicos no saben qué hacer”.
De modo que resuelven como pueden, como creen que tendrían menos problemas. En el caso del difunto Serafín Nava, los médicos preguntaron a la familia qué querían que dijera el certificado para el acta de defunción. En otros, los médicos optan por registrar como causa la enfermedad principal del paciente, generalmente diabetes o alguna crónica degenerativa.
Otros fallecimientos sin registrar
Determinar cuánta gente muere en casa o en los trayectos de la ambulancia al hospital o buscando un lugar en el saturado sistema de salud del país es un asunto de Dios, de buena suerte y muchos mueren sin llegar a ser atendidos. Las cifras oficiales en estos rubros son desconocidas, al menos públicamente.
Un grupo de investigadores del norte de México encabezados por Eva Tovar, realizó un estudio sobre la gente que moría en los Servicios Médicos de Emergencia en Tijuana. Así descubrieron un incremento en el aumento de más del 300% de paros cardiacos por insuficiencia respiratoria durante los picos de la epidemia que podrían estar relacionados con COVID-19, pero que no se registraron.
La Cruz Roja también manifestó su preocupación por el alza del 145% de fallecimientos en domicilios sin diagnóstico concluyente de si el finado tuvo o no el coronavius
Cuestionado por la prensa local, el secretario de Salud en Baja California, Alonso Pérez Rico, reconoció que la información sobre los decesos extra hospitalarios no está contabilizada sistemáticamente. “Tendría que buscar los datos”.
Representantes de las funerarias locales dijeron a la revista local Zeta que “de cada diez cuerpos que se levantan en casas, al menos en ocho no se están asentando como sospechosos de Covid-19, a pesar que los familiares refieren que sí tenían síntomas asociados a coronavirus”.
Bety Palma, sobrina de Graciela Vázquez, una mujer de 52 años que murió mediados de mayo en casa, cuenta que su tía se escapó del hospital de Texcoco porque observaba que en el área COVID-19 donde estaba internada todos estaban muriendo. Como no se sentía tan mal, abandonó el lugar y a los pocos días murió.
La enterraron en el pueblo como a todos: de cuerpo presente. Días después llamó la enfermera. La prueba había dado positivo. “Ella vivía con su esposo y sus hijos y no presentaron ningún síntoma después, ni uno. Entonces ya no sabemos qué pensar. Si murió o no por coronavirus”, resume Bety Palma. “Todo es muy confuso en estos tiempos”.