Silvio Berlusconi y Diego Maradona: la leyenda argentina siempre se resistió a jugar en el AC Milan
El fallecido político y dirigente político Silvio Berlusconi nunca pudo convencer a Maradona para que se uniese a su 'dream team' del AC Milan que ganó todos los títulos posibles en la década de los 80
Diego Armando Maradona era, sin lugar a dudas, una de las personas más famosas del mundo a finales de la década de 1980: la conquista de la Copa del Mundo, las gestas con el Nápoles y su carisma desbordante le valieron la atención de los mandamases del fútbol europeo. Y Silvio Berlusconi no era una excepción.
El ex primer ministro italiano, que falleció el lunes a los 86 años, tomó las riendas del Milán en 1986 y lo llevó a lo más alto de su historia: los ‘inmortales’ de Arrigo Sacchi, por ejemplo, cosecharon ocho títulos entre 1987 y 1991, entre ellos dos Copas de Europa, dos Intercontinentales y una Serie A.
Sin embargo, aquel equipo de ensueño, integrado por estrellas como Marco van Basten, Ruud Gullit y Paolo Maldini, adolecía de una ausencia notoria a ojos de Berlusconi: la de Maradona, pieza indispensable en la construcción del ‘dream team’ rojinegro definitivo.
“(Tengo) un profundo pesar, y no solo porque Maradona fue el mejor jugador de su generación. Era una persona frágil y tal vez la disciplina y la atención a las personas que había en mi Milán le hubieran ayudado a evitar algunos errores”, comentó Berlusconi hace apenas dos meses, en una entrevista con el diario La Gazzetta dello Sport.
Una ‘bomba’ desactivada a tiempo
La primera intentona de fichar al astro argentino ocurrió en 1987, al poco tiempo de llegar Berlusconi a la entidad milanesa. En noviembre de ese año, el entonces directivo ‘rossonero’ invitó al que era representante de Maradona, Guillermo Coppola, a su mansión de Milán y le ofreció algo difícil de rechazar: un cheque en blanco.
En diálogo con el periodista argentino Pablo Giralt, Coppola reveló que Berlusconi estaba dispuesto a duplicar el sueldo de Maradona en el Nápoles: “‘Si el Nápoles le da 20, yo le doy 40; si el Nápoles le da 40, yo le doy 80′”, manifestó Berlusconi en palabras del exrepresentante, a quien también ofreció un apartamento valorado en dos millones de dólares, entre otros beneficios.
Esa reunión no tardó en difundirse en los medios de comunicación, lo que provocó un auténtico terremoto en Nápoles, hasta el punto de que varias voces alertaron sobre la instalación de una bomba en el Canal 5 de la ciudad, propiedad de Berlusconi. Enfadado por la situación, Maradona convocó una rueda de prensa para atajar cualquier tipo de rumor sobre su salida del club sureño.
“Me he enterado de que pusieron una bomba en una terminal del señor Berlusconi, que su editorial me quiere contratar para hacer el libro de mi vida, y ustedes (los periodistas) se meten en mis negocios. Yo de Napoli no me muevo”, aseguró entonces el ‘Pelusa’, que logró desviar el foco de atención de su exrepresentante y, de paso, mejorar su contrato con el conjunto napolitano, con el que ganó cinco títulos entre 1986 y 1990.
Nuevo intento para contratar a Maradona
El 24 de junio de 1993, La Gazzetta dello Sport sorprendió a propios y extraños con un nuevo titular para el recuerdo: “Una sensacional propuesta sacude el Calcio, el Milan llama: Maradona, ven”. Casi seis años después, el magnate italiano volvía a por el futbolista de sus sueños.
Las circunstancias, eso sí, eran muy diferentes. Los ‘rossoneri’ estaban en la cúspide del fútbol europeo e italiano, mientras que Maradona venía de una temporada muy irregular con el Sevilla, tras haber pasado quince meses alejado de los terrenos de juego por haber dado positivo en un test antidrogas.
Aun así, Berlusconi buscó nuevamente el fichaje del astro argentino, pero volvió a toparse con varios problemas: la incorporación del ‘Pelusa’ habría implicado superar el número máximo de extranjeros en la plantilla, y al final, tras múltiples idas y venidas, Berlusconi se rindió a la evidencia: Diego siempre sería parte del Nápoles.
“Maradona era el símbolo y la bandera del Nápoles más grande de la historia, al menos hasta hoy. Las banderas no se compran y no se pueden mover. Hubiera sido como quitarle el corazón a toda la ciudad y trasladarlo a Milán”, reconoció el ex primer ministro casi veinte años después, en una de las últimas entrevistas que ofreció en vida.
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