El papel de la familia en el crimen organizado en México
Investigaciones sobre el tema en los últimos años revelan que parte de la responsabilidad del crecimiento de las organizaciones de narcotraficantes, secuestradores y extorsionadores así como la impunidad que las mantiene recae en la familia
MÉXICO- La mayoría de los miembros del crimen organizado no fue reclutada de manera forzada ni como parte de pandillas, sino que llegó por voluntad propia o invitación de amigos y las familias no ignoraban el papel de los suyos sino que callaron distantes, ajenas o con pleno consentimiento del beneficio económico.
Investigaciones sobre el tema en los últimos años revelan que parte de la responsabilidad del crecimiento de las organizaciones de narcotraficantes, secuestradores y extorsionadores así como la impunidad que las mantiene recae en la familia.
“Al principio mis jefes (papás) se enojaron conmigo, ni me hablaban, pero al poquito rato se les pasó, ya ni me dijeron nada”, recuerda Marco, un menor de edad que fue parte de una investigación de la organización no gubernamental Reinserta.
“También me empezaron a aceptar el dinero que les mandaba, y yo tomaba eso como que ya me habían dado “permiso” de hacer mis desmadres, los únicos a los que sí obedecía eran mis tíos, si ellos me decían que no, pues no y punto, los respetaba mucho”.
Marco obedecía a los tíos porque fueron éstos quienes lo involucraron en la delincuencia organizada de Nuevo Laredo… ¡cuando tenía 15 años! Fue a petición del chico que los admiraba por su estilo de vida. Su mamá era ama de casa y su papá trailero.
“Cada semana, o cada quince días, nos reuníamos con la familia en casa de mis abuelos”, detalló. “Yo sabía que mis tíos se dedicaban al crimen organizado, andaban en las trocas, todos arriba artillados, con armas, caravanas y demás, luego se baleaban con otros vatos o con la policía, era normal”.
Reinserta hizo un estudio con 89 adolescentes privados de la libertad para determinar el nivel de involucramiento de los niños y sus familias; de los cuales, 67 fueron miembros activos de las organizaciones delincuenciales más fuertes: Cártel de Sinaloa, Jalisco Nueva Generación, Zetas, Beltrán Leyva…
Encontró que tenían una relación de admiración y lazos afectivos con figuras de autoridad en la delincuencia organizada y mucha necesidad afectiva derivada del abandono, la inestabilidad económica, la precariedad de las relaciones con sus cuidadores y, por otro lado, mucho dinero.
En los testimonios hay casos que dan fe de que les pagaban hasta 20,000 pesos semanales (1,200 dólares), lo cual significa 80,000 pesos al mes (4,800 dólares). ¡La mitad de lo que gana oficialmente el presidente Andrés Manuel López Obrador!
La Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM), el Fondo de las Naciones Unidas por la Infancia (Unicef) y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) coinciden en que hay al menos 30,000 menores de edad participando como espías, combatientes, mensajeros, cocineros o explotados sexualmente…
“Ningún padres va a delatar a su hijo y menos aún si éste les da dinero y les ayuda para sobrellevar sus cuentas”, dijo Tomás González, analista de psicología de la Violencia de la Universidad Autónoma de Sinaloa.
De modo que se hacen de la vista gorda, miran para otro lado y cuando tratan de intervenir ya es demasiado tarde, como en el caso de Marcos, en Nuevo Laredo.
A los quince años ya pasaba a Estados Unidos marihuana o gente indocumentada: era el guía, cruzaba el río en una lancha, llevaba a los migrantes a las calles de Laredo y ahí se quedaba un rato. Un día lo agarraron y estuvo detenido en Texas, por unos meses.
“Cuando mis papás se enteraron, me amenazaron que me iban a mandar con otro tío para que me alejara de las malas influencias, pero yo no quise, les dije que me iba a portar bien, que me dejaran quedarme ahí con ellos. Y sí lo intenté, de veras, un tiempo anduve tranquilo, busqué trabajo como empleado en una boutique, pero nomás ganaba 2,000 pesos (unos 130 dólares) a la semana”.
Entonces fue cuando un primo lo buscó y le dijo que estaba trabajando para el Cártel Noroeste como sicario y lo invitó. Marco aceptó y tiempo después fue detenido por las autoridades.
Un estudio publicado por la revista ‘Science’ calculó que el crimen organizado tiene contratados a alrededor 175,000 integrantes y esto significa que es el quinto empleador del país. Por ello, concluyó que una de las formas de combatirlo sería reducir el reclutamiento, pero hasta ahora no hay forma de suplir ese poder.
Angélica Ospina-Escobar, de la organización Interntional Crisis Group, quien realizó un análisis sobre el reclutamiento de mujeres, destaca que hay que tomar en cuenta que, con frecuencia, ellas provienen de entornos pobres y familias desintegradas.
“Se unen a los grupos criminales como una forma de protegerse de la violencia doméstica y la violencia sexual”, detalla.
“Los grupos criminales aparecen como estos espacios de protección, de contención y vínculos; a cambio, realizan tareas ilegales, pero están dispuestas a hacerlas porque se sienten escuchadas, no como víctimas sino empoderadas”.
En otros casos, una mala familia sí puede empujarlos a tomar malas decisiones, como en el caso de Oscar, otro de los reclusos que dieron su testimonio a Reinserta.
“Crecí con mi mamá, mi papá y mis cinco hermanos en Mérida y en mi casa siempre hubo muchos problemas, peleas, gritos, insultos y golpes, mi papá era alcohólico y mi mamá le pegaba, entonces mis hermanos lo defendían y se iban a golpes contra mi mamá, pero entonces mi papá se ponía en medio y terminaban todos contra todos.
“Cuando tenía quince años mi papá y yo nos fuimos para Cancún. Ahí empecé a trabajar como mesero en eventos, mi papá se la pasaba tomando y quitándome el dinero que yo ganaba.
“Un día empezamos a discutir muy feo y él me corrió de la casa. Tiempo después entre a una organización criminal para supervisar a los vendedores de droga hasta que me agarraron”.
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