Las bandas locales que nutren los cárteles mexicanos
Según los documentos de inteligencia militar extraídos del hackeo que realizó el grupo Guacamaya, de los 2,471 municipios que hay en México, unos 1,200 están controlados por un cártel, banda criminal o célula delictiva en diversos tipos de estructuras y asociaciones
MÉXICO– Dependiendo la zona, las bandas criminales eligen los nombres. En Chiapas prefieren bautizarse con símbolos: el maíz, la lucha, los héroes; en la capital del país, se fincan en el barrio; en Puebla, recurren al peso del apellido o los apodos; en Chihuahua, a la mexicanidad y, con esas credenciales, han pasado a nutrir las filas de los cárteles mayores del país…
Según los documentos de inteligencia militar extraídos del hackeo que realizó el grupo Guacamaya, de los 2,471 municipios que hay en México, unos 1,200 están controlados por un cártel, banda criminal o célula delictiva en diversos tipos de estructuras y asociaciones.
Las bandas locales no solo son brazos armados bajo la dirección de un patrón mayor. Pueden ser socios, aliados, franquicias, proveedores de servicios, clústers, competencia o archienemigos de uno u otro cartel; a veces con largas relaciones; otras en alianzas temporales. Siempre de conveniencia.
De cualquier modo, necesitando los unos a los otros, extraños y domésticos en simbiosis.
“Cuando un cártel entra a un mercado nuevo, mandan a un miembro de la familia a supervisarlo, o si se asocian con una nueva organización, crean un vínculo familiar, ya sea a través de matrimonios u otro tipo de lazos”, observó Rodrigo Canales es profesor asociado en la Yale School of Management.
Los grandes necesitan a los pequeños por muchas razones, como lo haría cualquier transnacional, por ejemplo, señala el analista, “como cualquier trasnacional protegen su marca con un outsourcing de las partes más cuestionables de su modelo de negocios, como cuando tienen que utilizar violencia contra otras organizaciones criminales, reclutan a bandas y otros grupos pequeños para hacer el trabajo sucio”.
Así, en la capital mexicana, el Cartel de Tepito fue aliado de Los Beltrán Leyva Unión mientras sus enemigos máximos de La Unión Tepito ensangrentaban la ciudad en oposición a los Zetas y el Cártel de Sinaloa y peleaban el control de las cárceles con el Cártel Jalisco Nueva Generación que a su vez se alió con los Antiunión Tepito.
Cuando las autoridades se dieron cuenta que las organizaciones mayores se estaban nutriendo de los criminales locales, arrancó el combate contra las “microdelincuencias”, como las llamó el ex policía de la Ciudad Omar García Harfuch y ex precandidato a la gubernatura de la CDMX, quien fue víctima de un atentado tras hacerles frente.
Entre el 1 de enero de 2020 al 11 de agosto de 2023, fueron detenidas 2,260 personas entre líderes de organizaciones criminales, jefes de plaza, jefes de célula, operadores financieros, extorsionadores y distribuidores de droga.
Los detenidos eran integrantes de 254 células delictivas en las 16 alcaldías, dedicadas a la distribución de droga, extorsión a negocios y diversos tipos de robos.
De la soledad a la revoltillo
Durante muchos años, las consultorías de seguridad ubicaron en Puebla a ocho bandas criminales que actuaban de manera local perpretando todo tipo de delitos: Los Negros, El Grillo, El Kaimán, el Loco Téllez, El Moco, La Fabiola y Los Croquis, que, poco a poco, se fueron aliando unas y otras con el CJNG o el Cártel de Sinaloa para la venta de droga.
Según el mapa municipal de expansión del delito de Lantia Consultores, así cayeron los municipios, de San Pedro Cholula con cuatro grupos criminales repartiéndose el pastel; Acatzingo, San Andrés Cholula y Tecamachalco, con tres; Acajete, Amozoc, Los Reyes de Juárez, Palmar de Bravo, Quecholac, San Martín, San Salvador El Verde, Tehuacán, con dos organizaciones y, el resto, con una.
En otros casos, como en Chihuahua, el modelo de control territorial funciona mejor para los grupos delictivos mayores que el esquema de subcontratación como han operado durante décadas.
El fiscal general del estado, César Jáuregui, reconoció recientemente que el 98% de los homicidios perpetrados en Chihuahua están relacionados con el crimen organizado que utilizan a grupos locales que tienen años de operación de manera regional: La Línea, La Empresa, Artistas Asesinos, Los Aztecas de la Vieja Escuela, Los Aztecas Nuevos y Los Mexicles.
Los Mexicles, por ejemplo, son señalados como los presuntos responsables del motín que ocurrió en enero de 2023 en el Cereso 3 de Ciudad Juárez, donde murieron 17 reos y se fugaron 30, pero tienen un largo historial de violencia desde que se formaron como pandilla de repatriados y robaban vehículos hasta que se volvieron el brazo armado del Cártel de Sinaloa.
Esta organización pelea a muerte con una empresa criminal de su nivel derivada del Cártel de Juárez: la Línea, actualmente al servicio del CJNG en alianza con Barrio Azteca, también local.
A La Línea se le atribuye la masacre de Villas de Salvárcar, donde 15 adolescentes fueron asesinados, la muerte de 19 pacientes en un centro de rehabilitación, del ataque con un coche bomba en Juárez y de la masacre a la familia LeBarón, donde hubo nueve muertos, seis de ellos, menores de edad. Todo en el contexto de la rivalidad con los Chapos.
Del otro extremo del país, en Chiapas, los carteles siguieron un esquema similar: se aliaron con delincuentes locales que utilizan nombres simbólicos de otras organizaciones sociales o de la lucha de izquierda para generar confusión: “Maíz”, “El Consejo Indígena”, “Sentimientos de la Nación”.
Para Jacques Coste, internacionalista, historiador y consultor político, si bien los grupos delictivos dedicados al narcotráfico operan en México desde hace décadas y el Estado siempre tuvo que lidiar con ellos, después de la alternancia del poder en el año 2000 se combinaron varios factores que permitieron el descontrol de la violencia: los cambios en el mercado global de las drogas, la declaración de guerra contra el narcotráfico por parte de Felipe Calderón, la militarización y la ruptura de pactos caciquiles.
“La transición a la democracia rompió la red de acuerdos locales que había en México, averió los mecanismos de mediación entre el gobierno federal y las regiones que controlaba una única fuerza de poder politíco que existía en el país”.
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